Sí hay mal que dure mil años, por Ariadna García
Autor: Ariadna García | @Ariadnalimon
“No hay mal que dure mil años, ni cuerpo que lo resista, yo me quedo en Venezuela porque yo soy optimista”, cualquiera que escuche esa canción de Carlos Baute podría terminar lleno de esperanza, sin embargo, hace días me resonaba en la cabeza y no podía evitar llegar a una conclusión: sí hay mal que dure mil años y cuerpo que lo resista.
A pesar de que el chavismo lleva 18 años en el poder, pareciera que fueran miles por el deterioro en el que se encuentra el país y no es una exageración, basta con ir en el Metro y ver los torniquetes averiados, las escaleras paradas y la papelera destrozada en donde los usuarios logran hacer una montaña de basura en la pequeña repisa que aún queda de pie: una pepa de mango se mantiene a la cabeza y luego un pote de agua se sostiene más abajo a punto de caer.
Las calles son otra extensión de esa debacle, cuando una boca de visita pierde la tapa, esta es parapeteada con una caja, una rama o un pedazo de cabilla, un remiendo que intenta evitar un accidente, pero es en sí mismo el accidente.
Los hospitales públicos también parecen llevar mil años en la desidia. Las escuelas, las canchas, las viviendas, las, las, las, una lista con la que se pudiera crear un nuevo tema. Por otra parte, tampoco se le puede decir a nadie que se quede en Venezuela, su cuerpo también resiente los mil años de ese mal y sabe que no hay ni curita para aliviarlo.
“Hay quienes dicen que el pueblo está cansado de esperar, si seguimos este rumbo a donde vamos a parar” ¿A dónde va a parar el precio del cartón de huevos, el kilo de carne, el kilo de queso? Esos indicadores movidos por la hiperinflación que no tiene techo, ni freno de mano, ni botón de stop.
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Del “paraíso tropical” nos quedan las playas de la costa de Aragua, el cacao, su gente, ese contraste que nos mantiene de pie cuando el cuerpo ya no aguanta.
“No me importan los colores, ni la magia electoral, con todo y eso me quedo este es mi país natal”; el 20 de mayo se realizarán las “megaelecciones” y ahora sí es verdad que no importa “la magia electoral”, nadie habla de ir a votar, todos cuchichean sobre el alto costo de la vida, el amigo que emigró, la batería del carro que le robaron o la medicina que no encuentra, pero de elecciones, de elecciones nadie se acuerda.
“No hay mal que dure mil años, ni cuerpo que lo resista, yo me quedo en Venezuela porque yo soy optimista”. Pareciera que el mal podría durar mil años más, pero lo aterrador no es que eso ocurra, lo aterrador es que el cuerpo lo resista