Clapzynski, por Juan Vicente Gómez
Autor: Juan Vicente Gómez
La renuncia del presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski viene como anillo al dedo para un análisis comparativo con la política venezolana, un sistema corroído por múltiples casos al estilo Odebrecht donde se acumula suficiente corrupción para salir tanto de Maduro como con buena parte de su impresentable séquito, si existiese una verdadera separación de poderes públicos en nuestro país.
Tan sólo en el negocio de la comida, a través de los CLAP, el entramado corrupto es tan espeso que podría llevarse en los cachos a medio tren oficialista, claro está, siempre que la investigación y las sanciones se formularan desde instituciones independientes al peso del Poder Ejecutivo, que ya sabemos de qué manera anula a los mecanismos de control.
Con Fiscalía, Contraloría, Defensor del Pueblo, tribunales y TSJ encadenados bajo los designios de Miraflores es imposible vislumbrar la renuncia de Maduro, toda vez que incluso su destitución ya fue aprobada por la Asamblea Nacional y fue desconocida por los poderes fácticos que dominan el país.
La duplicidad de supuestos equivalentes Legislativos con la preponderancia, en la práctica, de la Constituyente sobre la AN, sumado al control oficialista sobre el Poder Electoral obviamente impedirá, al menos en lo inmediato, alguna salida similar a la observada este miércoles en el Perú.
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Lo más importante de seguirle el hilo a los pasos de la corrupción vinculada a mandatarios y empresarios afectos al oficialismo es que tarde o temprano morderán el polvo, algo así como lo ocurrido esta misma semana tras la detención del General Víctor Cruz Weffer ordenada por Tarek William Saab.
Luisa Ortega Díaz ha sustanciado muchas más denuncias que Saab (ignoradas por el gobierno) pero todo parece indicar que las pugnas internas dentro del oficialismo pueden seguir llenando las cárceles con los personajes incómodos que dejaron de mostrarle lealtad a Maduro.
El listado de presos políticos ha seguido creciendo de manera acelerada tras las rencillas recientes dentro del oficialismo, los chavistas pretenden esconder sus trapos sucios de cara a la galería y pronto surgirán nuevos testimonios que sigan comprometiendo a personeros del alto gobierno, ya suficientemente desacreditados pero aún con control de mando en diversas instancias.
En el entramado del Caso Clap, el negoción de los intermediarios que se enriquecen con la compra de comida ha sido tan descomunal que tiene salpicaduras en todas las esferas del poder. Si tan sólo existiese voluntad política para explorar a fondo esta cloaca, con seguridad se agrietarían profundamente las bases oficialistas
Mezclar hambre y corrupción ha resultado ser otra enorme torpeza de este gobierno, un equivalente quizás peor que el Caso Odebrecht que acaba de costarle el puesto al Presidente peruano. Maduro seguirá adelante “con votos o por las balas” –como dice de manera recurrente en sus peroratas– pero su piso político es tan precario que podrían terminar de empujarlo fuera del poder los factores que él menos espera: sus propios compañeros de partido, los escándalos de corrupción, o ambos al mismo tiempo.