Cambiar en mayo o ¿Cuándo?, por Simón García
Autor: Simón García | @garciasim
Solemos reunirnos, sesentones y parsimoniosos, un grupo de amigos que fuimos comunistas, que rompimos con el PCV para fundar el MAS y vivir sus luminosos tormentos y que finalmente lo abandonamos para no avalar su apoyo a Chávez.
Es una peña que, como todo el país, incluidas las Iglesias y las Fuerzas Armadas, sufre el resfriado que contagia a los demócratas: elegir entre votar o no votar. Una disyuntiva que no puede maquillar el imperativo deber de elegir entre salir del régimen en mayo o dejar que se legitime para seis años más. Que los dure o no es otro asunto, pero que no se eluda la verdad con juegos de palabra: si no se vota se elige, pasivamente, a Maduro.
El régimen está acelerando su mutación del autoritarismo al totalitarismo. Es una de las advertencias del Observatorio Electoral nacional: cada elección es más restrictiva que la anterior. El gobierno se prepara, con un paso hacia atrás y dos hacia adelante, para un período especial con relaciones comerciales restringidas y la liquidación absoluta de las formalidades democráticas. Mayo puede ser la última coyuntura electoral, antes de consolidar aquí el modelo comunista cubano: con el hambre sofocando la lucha por la libertad.
Los argumentos a favor de la abstención no son ni nuevos ni sólidos, pero quienes los esgrimen son personas de experiencia, conocimientos y desempeños meritorios. Han formado parte del eje principal de la oposición. Merecen ser oídas y refutadas sin adjetivos que, aún usados con elegancia, enturbien la posibilidad de buscar juntos puntos de acción común.
Llaman a oponerle un vacío al adversario, esconderle las provisiones, esperar a que se derrumbe. Pero en momentos en los que Maduro enfrenta factores negativos de más peso que los ventajismos que tendrá que vencer la oposición, no parece que la inercia pueda noquear al régimen.
Si la abstención gana, lo revelan estudios politológicos y el Ensayo sobre la lucidez de Saramago, quien pierde es la democracia. Ella no descabeza al monstruo totalitario. Su atractivo indecible es que guarde algunas escaleras secretas como esperar un golpe o una invasión militar, dos ilusiones ajenas a la estrategia que le ha dado éxitos a la MUD.
La abstención desmoraliza porque es hija de la idea de que el régimen es invencible. Es escasa su capacidad para movilizar, organizar y absoluta su inutilidad para impedir, mesa por mesa, que el régimen haga lo que quiera. La abstención es la renuncia a disputarle el poder a un gobernante que ya está derrotado con el 80% de la población en contra y una mayoría muy dispuesta a ir contra Maduro. ¿Por qué negarse a disputar el poder y ganarle?
Con la participación se abrirá una transición. Podemos hacer de Falcón el candidato de la Unidad y en tres años realizar unas primarias donde Leopoldo López, Henrique Capriles, Henry Ramos y quien tenga fuerza para hacerlo compitan en unas elecciones organizadas por un gobierno democrático. ¿No es ese el objetivo fundamental de nuestras luchas? O acaso, hay intereses por debajo de esa causa?