Aborto: puntos de vista, por Gisela Ortega
Autora: Gisela Ortega
El aborto genera opiniones contradictorias; dentro de su contexto intervienen principios éticos, morales, jurídicos, religiosos, médicos, prácticos, y de salud. No es fácil establecer prioridades entre valores éticos conflictivos, pero si es necesario reflexionar sobre principios moralistas y filosóficos de derecho que legitiman la necesidad de proteger los derechos humanos de las mujeres y su autonomía como seres individuales.
En el mundo existen culturas, ideologías y religiones con distintas actitudes con respecto al instante exacto en que el embrión se transforma en “un ser humano con alma”. Hay tradiciones que creen en la hominización –que es el momento en que el ovulo fecundados se convierte en persona- ocurre en algún instante después de la concepción, otros opinan que la vida no comienza sino cuando el feto es “viable”.
Algunas religiones no se oponen al aborto: estiman que debe permitirse bajo ciertas condiciones. Otras lo dejan a la discreción de la persona de acuerdo a lo que dicte su conciencia y unas terceras lo condenan totalmente.
El trato que se le ha dado al aborto no sólo difiere entre las distintas comunidades religiosas, sino que ha suscitado numerosas polémicas en el interior de las mismas. Dichas discusiones han cambiado a lo largo de la historia y continúan siendo objeto de un constante debate en el cual no hay unanimidad de opiniones.
En el caso de la jurisprudencia islámica, por ejemplo, existe desacuerdo al momento exacto de la instalación del alma en el cuerpo y el desarrollo del feto –un grupo permite el aborto hasta los 120 días, otros lo prohíben en etapas más tempranas-. Dentro del judaísmo, si bien se exige el aborto cuando peligra la vida de la madre, existe una gran divergencia entre los distintos movimientos en cuanto a permitir el aborto por razones terapéuticas.
En Judaism and Abortion se señala: “hay divergencia en la tradición judía en cuanto a permitir el aborto en caso de malformaciones fetales. En estos casos el aborto no se justifica por las dificultades que deberá enfrentar la criatura, sino por el sufrimiento mental y emocional para la madre que resulta de continuar el embarazo. El factor determinante es, pues, la mujer y no la condición o futuro del feto”.
hay grupos que en la actualidad defienden el aborto durante el primer trimestre y han hecho notar que en algún momento la iglesia acepto la idea aristotélica de que el alma no entra al cuerpo hasta después de 40 – 80 días de concepción. Santo Tomás de Aquino ratifico esta idea.
En la Iglesia Católica romana, la posición que establece que la vida existe desde el momento de la concepción no siempre ha sido la misma. En La Historia de las ideas sobre el aborto en la Iglesia Católica se advierte: “antes de 1869 la mayoría de los teólogos enseñaban que el feto se convertía en un ser humano con alma a partir de los 40 días –a veces más tarde después de la concepción-“. La postura de la jerarquía eclesiástica de condena absoluta al aborto ha sido cuestionada por teólogos católicos que piensan que es permisible en las primeras etapas de gestación.
Hasta Pio IX, los pontífices se preocuparon primordialmente de problemas de penitencia en relación al aborto, es decir catalogaban y definían la magnitud de varios pecados entre los cuales el aborto no era de los más trascendentales. Desde la publicación Apostólica Sedis de Pio IX, -1846-1878 la práctica del aborto bajo cualquier circunstancia se convirtió en falta grave castigada con la excomunión. Pio XI en 1930 dijo que la vida de la madre y la del feto son igualmente sagradas, que nadie tiene el poder ni la autoridad para destruirlas. Pio XII refrendó esta argumentación dándole normas a la rigidez de la Iglesia frente a este asunto del niño por nacer. Pablo VI, en 1968, confirma la misma concepción. “La vida humana es sagrada desde su origen”, advirtió Juan XXIII.
Benedicto XVI, en su discurso a los participantes del Tercer encuentro de los Presidentes de las comisiones Episcopales para la Familia y la Vida de América Latina, que se realizó en la Santa Sede, en diciembre de 2005, condenó el aborto y dijo:
“Es necesario ayudar a tomar conciencia del mal intrínseco del crimen del aborto que, al atentar contra la vida humana en su inicio, es también una agresión contra la sociedad misma. Los políticos y legisladores, como servidores del bien social, tienen el deber de defender el derecho fundamental a la vida, fruto del amor de Dios”.
El Papa Francisco, el 11 de abril de 2014, en su discurso a los Miembros del Movimiento por la Vida Italiana, señalo: “Es necesario reiterar la oposición más firme a cualquier atentado directo a la vida, especialmente inocente e indefensa, y el nonato en el seno materno es el inocente por antonomasia. Recordemos el concilio Vaticano II: la vida desde su concepción debe ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables”.
Como observamos, la Iglesia no ha cesado de reprobar el aborto.
La mayoría de las iglesias e instituciones vinculadas a cultos religiosos han declarado su punto de vista frente al aborto en forma clara. La más fuerte posición es la organización Pro-Vida, cuyos líderes provienen principalmente de la católica.
Sin embargo dentro de las mismas asociaciones, hay quienes no están de acuerdo con la posición oficial de la Iglesia. Por ejemplo dentro de la Iglesia Católica, hay grupos que en la actualidad defienden el aborto durante el primer trimestre y han hecho notar que en algún momento la iglesia acepto la idea aristotélica de que el alma no entra al cuerpo hasta después de 40 – 80 días de concepción. Santo Tomás de Aquino ratifico esta idea.
Con excepción de la católica, la mayoría de las iglesias que tienen la posición Pro Vida, aceptan el aborto en casos excepcionales como cuando la vida de la madre está en riesgo de muerte. Judíos ortodoxos, protestantes evangélicos, luteranos y mormones creen que la vida comienza en el momento de la concepción y, por lo tanto, que el feto es digno de derechos y protección. Para estos grupos, la meta es revertir o detener las leyes que legalizan el aborto.