Semejanzas no casuales, por Luis Manuel Esculpi
Autor: Luis Manuel Esculpi | @lmesculpi
Confieso que fui seguidor del duro proceso que condujo al derrocamiento de la feroz dictadura somozista. Aquel mes de julio, al cumplirse dos años del triunfo de los sandinistas estaba ubicado en la tarima entre los invitados especiales, en el acto de conmemoración de la victoria, entre los oradores figuraban Tomas Borges y Daniel Ortega.
Recuerdo que en alguna de las acostumbradas tertulia que hacíamos al salir de la reunión semanal del Comité Ejecutivo del MAS, una parte del grupo –debe haber sido en el primer semestre del año 79– Luis Bayardo Sardi confidencialmente me comentó que Gabriel García Márquez estaba en el país y que se habían reunido, este último le había contado que venía en una misión de enlace entre Fidel Castro y Carlos Andrés Pérez para contribuir con la lucha de las fuerzas que combatían la dictadura en Nicaragua.
Era la época en que se iniciaba la ofensiva final que dio al traste con la dinastía somozista. Al poco tiempo el presidente venezolano se distanciaría de la denominada «Revolución Sandinista» y respaldaría a la presidenta Violeta Chamorro quien derrotó electoralmente a Daniel Ortega. Por esas ironías de la historia luego sería condenado por el uso de recursos de la partida secreta para contribuir con la seguridad de la presidenta nicaragüense. La cantidad por la cual se le juzgó de 17 millones de dólares, resulta irrisoria ante el desfalco multimillonario cometido contra el país durante la administración de los gobiernos del llamado socialismo del siglo XXI.
Un año antes del triunfo del Fsln se habían unificado las tres tendencias que componían el frente (proletaria, guerra prolongada y terceristas), casualmente la oposición civil que al lado de los militares logró derrocar a Pérez, también se unificaron alrededor de la Junta Patriótica un año antes del 23 de enero.
Al regreso a Venezuela después de pasar varios días en ese país –famoso por sus poetas, volcanes y lagos– en diversas charlas y conferencias que participé destacaba la influencia negativa que podían ejercer la presencia cubana, de la URSS y los países de Europa Oriental en el desarrollo de ese proceso.
Independientemente de la presencia de la corriente terceristas que jugó un rol determinante para alcanzar la victoria, de la originalidad de sus planteamientos, de la presencia de intelectuales y sectores religiosos, donde la presencia del escritor Sergio Ramírez –quien ayer recibió el premio Cervantes– el poeta Ernesto Cardenal, de su hermano Fernando, y de las comandantes guerrilleras Dora Margarita Téllez y Mónica Baltodano, todos a la postre disidentes de la evolución que siguió el Fsln. El líder de la tendencia terceristas Daniel Ortega era el más proclive –por encima de los otros 8 comandantes de la dirección sandinista– a copiar el modelo cubano, como quedó demostrado con el tiempo.
No es casual que estas denominadas revoluciones que prometen respetar los derechos humanos que alcanzan el poder en nombre de la libertad y la democracia y combatiendo la corrupción. En el ejercicio del gobierno reproducen las deformaciones, vicios y atropellos que antes combatieron. El pasado heroico, la épica de toda la lucha contra las dictaduras se borra con la implantación de la represión salvaje, la desaparición de la formas democráticas y la presencia dominante del autoritarismo.
En su libro «Adiós Muchachos » Sergio Ramírez relata como la autocracia se va apoderando del estado y reacciona fieramente cuando se manifiesta la menor disidencia a sus planes. Esos modelos han fracasado rotundamente, para mantenerlos están dispuestos a todo empleando la represión como un recurso. Su comportamiento tienen denominadores comunes que nos resultan harto conocidos. Quienes los adversan son considerados enemigos.
Los sucesos recientes en Nicaragua no nos son ajenos, las semejanzas no son casuales