Estética de la sencillez, por Fernando Rodríguez
El domingo pasado me fui tarde de exposiciones y no alcancé a ver sino dos, pero me doy por extraordinariamente sastisfecho. Sobre todo en esta Caracas desangelada, asquerosa y triste, donde las artes plásticas –como todo– ha recibido su dosis de devastación.
Cosa curiosa es que las dos muestras me hablan con lenguajes que confluyen en mi memoria, siendo una de esculturas y la otra de fotografías. Me refiero a la Obra primera. Paraíso perdido de Franco Contreras, en la galería del Trasnocho, que no es la más grande ni la más opulenta de la ciudad pero sí la más inteligente; e Historias desde el sol, La Guaria, 1981 de Carlos Germán Rojas en la galería 33 que es el fortín de la fotografía, y serlo es tarea particularmente importante. En ambas hay valores comunes: la sencillez, una especie de dignísima humildad, de amor por lo cercano y cotidiano, el legítimo apasionamiento por el país natal (que no la patria). Y eso me sonó muy reconfortante recorriendo esa Caracas desolada de la dictadura. Quiero expresar la fragilidad constitutiva de lo humano dice Vontreras y lo hace. Bueno supongo que nosotros sentimos en demasía esa fragilidad en estos años de duelo.
La exposición de Franco yo la considero de lo más importante que he visto en un rato muy largo. Cansado de ciertos vanguardismo muy estridentes, enésimas repeticiones de Duchamp y, sobre todo, de los inacabables y mecánicos experimentos retinianos de los cinéticos, en especial los de Cruz-Diez. Para empezar es de una originalidad desconcertantes, no le encuentro antecedentes. Están hechos con materiales, vecinos de su casa dice, muy “pobres”, pedazos de palo montaraces, a veces muy delgados, con eso y unos mecates igualmente toscos, se arman seres entre la abstracción y la figuración que no sólo indican el más fino sentido de la construcción de objetos sino una sensibilidad llena de finísimo humor, de alegría a flor de piel y un claro eco de imaginación infantil –esa que quería pintar Picasso- que concluyen en resultados asombrosos. Esos materiales no sólo nos hacen festejar la naturaleza, cuyos rostros más humildes alcanzan tanta sonoridad y encanto, sino nos contactan con algo muy consustancial a nuestra residencia en esta tierra. Esa mezcla donde caben bestiarios infantiles, juguetes, abstracciones que evocan realidades y realidades que incitan abstracciones es un mundo fascinante y absolutamente original. Muy quedo sí, muy espiritual, cándido a la vez que muy sabio.
En la generación de Carlos Germán Rojas, y pareciera un rasgo del gremio fotográfico, ha habido muchas deserciones, en ciertos casos incluso después de haber alcanzado notorios logros. Más que en otras artes, salvo quizás en el cine, pero allí las costosas condiciones de producción son determinantes. Esto para decir que Carlos Germán ha permanecido una vida construyendo sin desmayo su obra y ese es ya un mérito. Pero esta obra de hace más de trenticinco años quizás sea de lo mejor que le he visto y he visto mucho. Corresponde a la época del realismo fotográfico en Venezuela: realismo social, blanco y negro, formato discreto, ningún aditamento extra fotográfico (detestado pictorialismo en ese entonces), laboratorio circunspecto…Pero el realismo de CGR se hizo un lugar muy especial, que se expresó en lo que fue un hito en la fotografía nacional, sus imágenes de La Ceibita, su barrio, del cual levantó una estupenda muestra de sus pobladores en sus quehaceres y relaciones más cotidianos, sin buscar escenas trepidantes o especialmente significativas socialmente. Retrató a su gente como era su gente, como pasaba sus días y sus noches. Bueno yo he reencontrado ese memorable momento en estas fotos en que La Guaira aparece sin fanfarrias, apacible y poética, sus calles y sus interiores, sus moradores, imagen de la vida que simplemente pasa. En bellísimos encuadres y en un como magnífico silencio gráfico. Memorable.
Era tarde y no pude ver otra cosa, pero realmente no quería ver otra cosa. Seguramente hubiese roto el encanto de tanta serenidad y tanta recatada belleza.