Breve historia futura de la arepa, la hallaca y el carato, por Eduardo López Sandoval
Autor: Eduardo López Sandoval
A falta de arepas buenas son pizzas, bien pudiera decir un jerarca de esta Monarquía Bolivariana del Siglo XXI, como María Antonieta, reina de Francia del siglo XVIII. La soberana, cuando el pueblo gritaba angustiado que quería pan, –en la época no había posibilidad de largas cadenas de radio y TV que mitigaran el hambre con mensajes de mentiras aderezados con militarismo, nacionalismo y demagogia–, el pueblo francés vivía en la miseria, tal el venezolano hoy, pero diferente al de aquí: protestaba.
Ante el clamor:
-¡Pan, pan! ¡Queremos pan!
Dicen que con sincero asombro la reina exclamó:
-Si no tienen pan… ¿por qué la gente no come tortas?
Las noblezas del mundo de todas las épocas tienen sus signos: la indiferencia, la insensibilidad y la inconsciencia para con el populacho, por la ciega confianza de creerse gobernantes por siempre. Seguro que el palacio de sus suculentos platos no le permite ver, ni siquiera imaginarse, que en los platos de los súbditos pueda existir tal carencia. Ella –María Antonieta–, seguro podía contar con no menos de media docena de variados panes a la hora que le viniera en gana sentarse a la mesa. Tal nosotros tenemos aún la libertad de imaginarnos que esa es la variedad y cantidad del menú de los gordos que nos gobiernan,…por ahora…
La arepa tiene un proceso muy sencillo, que conocemos quienes vivimos en estas zonas cercanas a los sembradíos de maíz que adornaban estas orillas del río Guárico desde tiempo antes de los que María Antonieta mandara a sus súbditos a comer tortas envés de panes, sin saber que éstos llevan –además de harina– huevos, mantequilla y otros aderezos que los hacen mucho más caros. La reina seguro nunca hizo una cola para comprar la harina y los huevos en el mercado de las Halles de París, como tampoco tuvo alguna vez la oportunidad de hacer una torta, o un pan, tal los reyezuelos de acá: esto por lo menos en los últimos casi veinte años.
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El proceso de confección de la arepa, (la misma que redondita a mi abuela le salía, sin saber de geometría, Gualberto dixit), comienza con su siembra en el inicio de las lluvias, en la llamada “entradas de agua” en estos Llanos, en el mes de abril y mayo que recién fenece, un trío de meses después ocurre la cosecha, secado y molienda de los granos para hacer la harina precocida. El proceso dura un ciclo de por lo menos seis meses. Simplificaremos el proceso diciendo que esta mañana te comiste las arepas del maíz sembrado hace seis meses. Por lo que la historia futura de la arepa dice claro que hoy debería estar germinado en los campos el maíz con que se va a hacer la hallaca y el carato de diciembre. Este maíz no está sembrado, ni siquiera la tierra está arada esperando la semilla. El gobierno ha gestionado para que los factores que suman para que esta siembra se haga: no existan.
No hay semilla, no hay fertilizantes, pesticidas, repuestos y lubricantes para las maquinarias, créditos,… y los exiguos dólares del petróleo, papeles con los que pudieran adquirirse en el exterior lo que bien aquí pudiéramos producir, atienden lluvias en el Cuba, o incendios en los bancos de Panamá, Andorra, EEUU, Canadá, o…
¿Arepas, carato, hallacas?
En diciembre no hay.