Ruperta y Vene-Zoo-uela, por Juan Vicente Gómez
Esta semana fue noticia la muerte de la elefanta Ruperta, icónica figura del zoológico de Caricuao, en Caracas, extenso parque del oeste capitalino que ha quedado como peladero de chivo, pero incluso sin chivos. El abandono es pasmoso, la desnutrición campea entre los pocos animales que van quedando, y a uno se le ocurre un símil bastante elemental, comparar esa situación con la de los ciudadanos de Venezuela, los pocos que vamos quedando después de la diáspora en este otro Zoo.
Ayer jueves, el periódico 2001 recogía en su titular principal que “el hambre juega garrote según Provea”, conclusión coloquial luego de estudiar un informe de esa ONG que señala como “cerca de 2 millones de venezolanos cayeron en la hambruna”. Las importaciones de comida han descendido 52% desde 2017 “y 9 de cada 10 venezolanos no tienen cómo costear su alimentación diaria”.
El informe de Provea también fue analizado en otros medios impresos y en El Nacional señalaron que “el derecho a la vida fue el más violado”, una síntesis donde se recogen los nombres de las 139 víctimas mortales que dejaron 1.200 manifestaciones en todo el país durante el año pasado. El tema de los presos políticos también arrojó cifras espeluznantes, más de 5.000 ciudadanos enjuiciados por protestar, de los cuales unos 700 fueron procesados por tribunales militares.
La reconciliación chucuta que ha intentado el gobierno para “aliviar las tensiones sociales” luego de la chapuza electoral del 20M no podrá hacer olvidar los graves atropellos a los derechos humanos con unas cuantas excarcelaciones.
Para colmo, los excarcelados no recobran su libertad plena, vuelven a la calle con un sinfín de condiciones que no les permiten ejercer derechos políticos, y de paso el gobierno podría estar soltando “gatos por liebres” si se confirma la denuncia de que sólo 70 de los 123 beneficios procesales son para presos por razones de conciencia.
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El zoológico-país tiene jaulas de distintas categorías pero al final todos los venezolanos que se queden aquí están presos de una u otra manera. El encierro al que nos obliga la inseguridad impone un “casa por cárcel” casi literal y quienes “nos arriesgamos” a salir en horas nocturnas podemos dar fe de calles desiertas y opciones de esparcimiento casi nulas después de las 10 pm. (Hace rato que no hay funciones de medianoche en teatros o cines y los restaurantes también cierran cada vez más temprano.)
El abandono en el que murió Ruperta es reflejo de la desidia que impera en casi todos los ámbitos donde alcanzan los tentáculos de los organismos públicos. La crisis médico asistencial, por ejemplo, permite que fallezcan de mengua innumerables pacientes que no son atendidos o no reciben los tratamientos requeridos.
Con la hambruna ocurre igual. Hay incontables responsabilidades que recaen en el sector oficial. Derechos humanos, economía, infraestructura, transporte y pare de contar, los administradores de este zoológico están raspaos en casi todas las materias donde desgobiernan. Pensando en Orwell, provoca evocar cierta rebelión en la granja pero mejor editamos la frase original para no usar “palabras prohibidas”. (“Rebelión” aquí podría sonar como ese delito del que han culpado a tantas personas cercanas, colegas y amigos vinculados a la política.) Dios nos libre. Vade retro Ramo Verde. La autocensura también es otra realidad.