Los rusos también juegan, por Rafael Uzcátegui
El Mundial de fútbol 2018 permitirá que Rusia pueda exhibir un buen rostro no sólo en la cancha sino también en la geopolítica internacional, recibiendo buenos ingresos de los sponsors y la hinchada turista. Sin embargo sobre pronósticos y quinielas no versará este texto, sino en las estrategias gubernamentales para maquillar su comportamiento en derechos humanos, que recuerdan la frase que inmortalizó Mario Zagallo, un carioca de origen libanés que jugó para la selección de Brasil en los mundiales de 1958 y 1962, que la canarinha ganó.
Tiempo después, como director técnico de la selección profetizaba la estrategia a seguir en un partido amistoso con los rusos: “Cafu le pasa a Ronaldinho, Ronaldinho a Roberto Carlos, Roberto Carlos a Ronaldo, Ronaldo a Ronaldinho, este a Roberto Carlos, Roberto Carlos a Ronaldo y gol”. Uno de ellos le interrumpe: “Mister, los rusos también juegan”. Eso terminó significando que en cualquier estrategia, hay que tener en cuenta al contrario.
Luego del año 2002, cuando una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitó Venezuela, luego del golpe de Estado de abril de ese año, seguida de la presencia del propio Secretario General de la OEA en aquel entonces, César Gaviria, los defensores de derechos humanos hemos insistido en la importancia de las llamadas “visitas in loco” al país de este tipo de organismos internacionales.
Como ya es historia sabida, el autoritarismo primero y luego la dictadura, fue reacio a someterse al escrutinio internacional en materia de derechos humanos, bajo el gastado argumento nacionalista sobre su soberanía. En cada oportunidad que pudimos, insistimos en lo mismo: A diferencia de sus pares como Nicaragua o Bolivia, Venezuela no permite las visitas de los organismos regionales y universales de protección a los derechos humanos. La negativa aumentó el costo político de la deriva totalitaria, pero como nos lo enseñó Zagallo, los rusos también juegan.
Las instituciones, como sabemos, están integradas por personas. Seres humanos con expectativas, deseos y valores, tan diversos como la propia sociedad de la que proceden. Esto es igual de válido para instituciones como el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos o la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde hay académicos, burócratas y activistas de todos los colores del espectro político.
Durante la época de oro del chavismo, cuando la alta renta petrolera le permitió políticas sociales que disminuyeron los índices de pobreza, sumada al carisma del zurdo de Sabaneta, el chavismo era la última moda de la izquierda internacional»
Entre los años 2004 y 2009 era muy difícil cuestionar las contradicciones del chavismo en la arquitectura internacional conformada por movimientos sociales, académicos, intelectuales y militantes políticos de las izquierdas varias. En ese momento de viento a favor, inspirados por la diplomacia cubana, los lobbystas endógenos comenzaron a tejer una red de afinidades, algunas bien remuneradas, que eran pulsadas cuando las circunstancias lo requerían. Hoy, como sabemos, el chavismo es “recuerdo de un ayer que fue pasión”, pero no han desaparecido del todo las alianzas y los funcionarios que pueden ser útiles, por convicción o por razones menos nobles, cuando Miraflores los convoca.
Los rusos deciden cambiar la estrategia y comenzaron a invitar, selectivamente, a miembros de organizaciones internacionales con obligaciones en la protección de derechos humanos, para visitar el país y luego reforzar las teorías sobre “guerras económicas” y “bloqueos imperiales” como causa de todos los males del país. Noviembre de 2017 fue el primer movimiento. En ese mes Alfred de Zayas, experto del Alto Comisionado de la ONU sobre la promoción de un orden internacional democrático y equitativo, pisó Caracas invitado por el gobierno venezolano. Antes de su llegada al país, un grupo de ONG divulgaron una carta abierta en donde le solicitaron “reconsiderar la pertinencia de participar en una visita que, lejos de servir a la causa de la protección de los derechos de las personas, sea usada como plataforma política por parte del Estado para neutralizar críticas sobre la obstaculización de acceso a sus colegas expertos que sí han solicitado venir al país”.
Finalmente miembros de diferentes ONG fuimos convocados a reuniones con Zayas en el hotel Pestana, del este de la ciudad. En nuestro caso la reunión teóricamente duraría 2 horas, recortada a 45 minutos pues el señor había sido invitado, a última hora, a una reunión con el ya Fiscal Constituyente, el señor Tarek William Saab.
La reunión empezó mal y terminó peor, pues en vez de escuchar los reportes de los activistas, el señor con la chapa de la ONU nos explicaba el por qué escaseaban en Venezuela los alimentos y las medicinas. Días después divulgaba en sus redes sociales las fotos de la nevera de delicateses del Excelsior Gama, que quedaba cruzando su hotel, como “evidencia” de la inexistencia de la crisis humanitaria en el país, lo cual repitió generosamente a través de medios como Telesur. Sus palabras fueron el argumento de Arreaza cada vez que, ante micrófonos internacionales, refutaba la existencia de una crisis en Venezuela.
El más reciente capítulo lo protagonizó Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), invitada por el gobierno venezolano para constatar la falsedad de la escasez de medicinas entre nosotros.
En esta oportunidad tuve la suerte de no ser invitado, pero los colegas de las ONG de abordaje de crisis humanitaria, obligados a asistir a cualquier parte donde exista la posibilidad de plantear la situación, describieron a una funcionaria indolente, ideológicamente partidaria del gobierno de Nicolás Maduro, que degustaba un plato de frutas, inmutable, mientas en la única reunión con sociedad civil realmente independiente escuchaba los testimonios de los afectados por la falta de medicamentos. La actitud de la funcionaria trascendió lo suficiente como para que el periodista Eugenio Martínez opinara en sus redes sociales: “Lamentable que la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) Carissa Etienne @CarissaEtienne anteponga su ideología al momento de valorar la emergencia humanitaria en Venezuela”.
No podemos generalizar, ni en la OPS ni en cualquier otro organismo, pues existen integrantes comprometidos con sus valores y sensibilizados por el drama en este lado del mundo. Sin embargo los rusos, como vemos, están jugando –algunos especulan que este Mundial está diseñado para que lleguen a la final-. Lo desconcertante es que de este lado le estemos dejando la cancha para ellos solos.