El submundo rumbero sigue a pesar de tragedia de Los Cotorros
“Todo está permitido” parece ser el principal código entre los adolescentes que son asiduos al circuito de fiestas que se organizan y promocionan en diferentes puntos de la ciudad. No hay límite de edad que impida el “desmadre y la gozadera” para todo el que busque desenfreno en la rumba
La peligrosa combinación de adolescentes, bebidas alcohólicas, acceso a armas tóxicas y ningún cumplimiento de medidas de seguridad fueron los detonantes que pusieron de manifiesto un mundo que se activa todos los fines de semana en diferentes puntos de la ciudad: fiestas en las que “todo está permitido”, donde no hay mayores restricciones en cumplir con los límites legales de edad y el principal gancho de atracción es “el desmadre y la gozadera”, según se lee en los flyers promocionales de los eventos.
“The Legacy” no fue la primera ni será la última rumba. La fiesta que se realizó en el Club Los Cotorros y que dejó el lamentable saldo de más de 20 adolescentes fallecidos forma parte de un circuito de eventos que se convocan a través de redes sociales, Facebook e Instagram principalmente, promovidas y organizadas por jóvenes que en la mayoría de los casos son menores de edad. Las entradas son vendidas en puntos itinerantes que a veces están ubicados en centros comerciales, otras veces en locales donde se sacan fotocopias y muchas otras se compran y venden dentro de los propios liceos.
Las convocatorias se difunden a través de redes sociales. Los jóvenes ofrecen las entradas bajo un sistema de preventa y como parte de la promoción se especifica el pago de una especie de multa que permite el ingreso a menores de edad: “menores de 18 años pagan una multa de 60.000 bolívares”, mientras que la entrada de menores de 15 años también se resolvía con pagar una multa de 120.000 bolívares (el costo de la entrada para la fiesta del Club Los Cotorros estaba entre 500.000 y 800.000 bolívares).
La preventa de entradas incluye sin distinción de edad el pago de un cover que implica consumo de tragos y se especifica que dentro del local se venden cócteles, cigarrillos y con un pago extra pueden acceder al show de tequileras o reservar uno de stripers. Las fiestas comienzan a las 9 de la noche y culminan a las 6 de la mañana.
Durante los días posteriores a la tragedia en el club Los Cotorros las publicaciones en redes sociales de los jóvenes se alternaron entre quienes lamentaban lo que pasó y los que ya estaban preparados para la próxima fiesta del fin de semana. “Activos para el finde”, se repite en varios comentarios de las publicaciones.
Los nombres de los eventos revelan el gancho en tono erótico-sexual para atraer más público: “Delete memory”; “Maniac Party”; “Sexy poker party”. En las fiestas “poker” algunas muchachas participan en un juego de cartas en el que se quitan prendas de ropa si pierden. Y en las fiestas conocidas como “Edición Semáforo” hay un código de vestimenta, el color de la ropa o brazalete con los que van a la fiesta, indica la disponibilidad para conseguir pareja, un ligue temporal o para tener sexo ocasional.
Acompañado de emoticones y colores, la promoción para asistir a la fiesta se vende así:
“#SEMAFOROEDITION. ROJO: NOVI@; AMARILLO: INDECIS@; VERDE: SOLTER@?; NEGRO: DISPUEST@ A TODO??; BLANCO: ZAMPABLE??”.
Una adolescente de 17 años, que prefirió reservar su nombre, explica que casi todos los fines de semana hay fiestas en diferentes puntos de Caracas, de las que se entera por amigos del liceo o a través de páginas de rumbas populares en redes sociales como Facebook o Instagram. Aunque ella es menor de edad dice que ha asistido a varios eventos: dos en Catia y uno en Plaza Venezuela.
Las convocatorias aumentan durante las fechas de graduación de bachillerato (junio y julio) porque se reúnen estudiantes de varias instituciones y venden entradas pro fondos de graduación. Una sola publicación en redes puede acumular más de 500 personas interesadas en asistir.
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El Club Los Cotorros era uno de los espacios habituales elegidos para hacer estas fiestas porque al contratar sitios como salones de fiestas o clubes privados -en lugar de discotecas- facilita el ingreso de menores de edad.
Un efectivo del cuerpo de Bomberos de Distrito Capital en el Área de Planificación para Casos de Desastre (Placade) señala que en este caso hubo una evidente falla de seguridad, que se convirtió en un factor letal por el acceso de menores de edad a armas tóxicas como las bombas lacrimógenas que ocasionaron la estampida humana, y aunque no desmerita la gravedad de este factor, señala que cualquier otro imprevisto hubiese generado el mismo resultado: un incendio, una pequeña fuga de gases domésticos, una falla eléctrica, etc., debido a la gran cantidad de personas asistentes, que superaba casi cinco veces las capacidad del local.