Los vengadores, por Luis Manuel Esculpi
Así se titulaba una antigua serie de televisión cuyos protagonistas era una pareja que vestía elegantemente y hacía gala de un fino humor. Él un agente británico que usaba sombreo y paragua permanente, junto a la dama que vestía botas de cuero y lo acompañaba principalmente Diana Ross resolvían las complicadas tramas de los crímenes que investigaban.
La popular serie se trasmitía en la mayoría de los países de América y Europa, incluso se hicieron tiras cómicas e hizo famosos a las marcas de los lujosos carros de carrera que exhibían.
Más recientemente, el año pasado, un conocido canal de TV europea y en algunos países latinoamericanos, los jóvenes han podido conocer varios de los capítulos de la otrora famosa serie televisiva.
Mientras veía el programa de José Vicente con Delcy Rodríguez, vino a mi memoria por razones absolutamente distintas a las aducidas por la entrevistada, quizás inconscientemente porque escribo el domingo por la noche, hora en que se trasmitía la serie y porque la sorprendente declaración de la Vicepresidenta, me podía servir para titular mi artículo semanal.
En el programa dominical ante su condescendiente entrevistador comentando el terrible asesinato de su padre reiteró en varias oportunidades, nuestra venganza personal es estar en revolución, ante una pregunta respondió que habían sido educados en el amor y que una «revolución humana», no podía basarse en el odio. Más allá de la evidente contradicción de hablar de venganza personal y de fundamentarla en el amor, la vicepresidenta una de las veces que aludió a la venganza, quizás para suavizar la afirmación se refirió al poema de Tomas Borges, el líder de la revolución Sandinista titulado también Mi venganza personal.
Pareciera ser cierta, ya que sus adversarios en el FSLN la reconocían como verdadera, la anécdota según la cual ese poema se inspiró en la visita a unos presos capturados después de la caída de Somoza, donde se encontró con uno de sus torturadores a quien le dijo: «Vos me torturaste, mi venganza personal será perdonarte». Falta saber si ese personaje que prácticamente se retiró de la política activa con el cargo de embajador, hoy de estar vivo, respaldaría la salvaje represión desatada por Daniel Ortega o la rechazaría como la mayoría de quienes dirigieron la lucha contra Somoza.
Lo cierto es que la tragedia que hoy sufrimos los venezolanos no tienen nada que ver con los versos del citado poema que comienza así: » Mi venganza personal será el derecho / de tus hijos a la escuela y a las flores / mi venganza personal será entregarte/ este canto florecido y sin temores».
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O esta otra estrofa: (3) » Mi venganza personal será decirte buenos días, sin mendigos en la calle /cuando en vez de encarcelarte te proponga / que sacudas la tristeza de los ojos»
La «venganza» en Venezuela se manifiesta con el empobrecimiento generalizado, familias enteras hurgando en la basura para alimentarse, compatriotas que huyen del país buscando mejores condiciones de vida en otros lares, crece exponencialmente la deserción escolar, la mirada entristecida caracteriza a los venezolanos de este tiempo, el régimen viola constantemente los derechos humanos, existen varios centenares de presos políticos y las denuncias de torturas aumentan día a día
Los que se asumen como modernos vengadores no poseen ni la elegancia, ni el refinado humor de los personajes de la serie de TV, tampoco el talante que al menos en la palabra empleó el dirigente nicaragüense exhibe en su poema, mucho menos el gesto magnánimo que relata la anécdota de su encuentro con los prisioneros. La cúpula gobernante está muy distante de reproducir en la palabra y en los hechos el comportamiento que predican. Suele ocurrir a menudo con aquellas revoluciones donde se levantan unas banderas para llegar al poder, luego de alcanzado las arrían sin el menor rubor, empleando las prácticas nefastas que antes denunciaron