El Mercosur y la alianza del pacífico, por Sergio Arancibia
La Alianza del Pacífico y el Mercosur son los más importantes proyectos integracionistas que están en curso en la América Latina. No son los únicos, desde luego, pues también están presentes proyectos tales como la Comunidad Andina de Naciones, el Caricom o el Mercado Común Centroamericano, pero los dos primeros son, sin lugar a dudas, los de mayor significación económica, demográfica y geográfica.
La posibilidad de que estos dos grandes proyectos integracionistas puedan confluir y/o generar grados importantes de interrelación es una idea que recorre las cancillerías de los países involucrados y que no parece encontrar dificultades de fondo. Sin embargo, los procesos políticos internos -elecciones en el caso de Chile, de Colombia y de México, problemas institucionales en el caso de Perú, y la crisis económica por la que atraviesa Argentina- han retrasado contactos y decisiones en esta materia.
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La América Latina ha pasado varias décadas caminando por la vía de la reducción de aranceles nacionales recíprocos – mediante tratados y acuerdos bilaterales o multilaterales – y la mayoría de ellos bajo el paraguas institucional de Aladi – hasta llegar a un punto en que ya hoy en día la inmensa mayoría de las mercancías intercambiables están con cero arancel en los intercambios recíprocos, o están negociados en términos tales que lleguen a ese punto en plazos breves.
Sin embargo, la realidad comercial ha puesto de relieve que la mera reducción recíproca de aranceles no es un instrumento suficiente como para que aumenten los intercambios intra América Latina. Se necesita de una nueva generación de acuerdos de integración que ponga énfasis en los aumentos de productividad, en el avance y la difusión tecnológica, en las cadenas productivas, en el comercio digital, en la liberación del sector servicios. y en la negociación conjunta frente a países o grupos de países de otras regiones del mundo. Un eventual acercamiento entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur podría permitir grandes avances en esa dirección.
Desgraciadamente Venezuela es ajena a estas preocupaciones que recorren la región. Sumida en su propia crisis económica y política solo piensa en la sobrevivencia del día a día, sin capacidad de proyectar nada serio a un año o a varios años plazos. Se trata de un país que se quedó, por lo menos en la región, sin amigos y sin horizontes de mediano y de largo plazo