Cuando la política no es un acto de venganza, por Armando J. Pernía
La foto que ilustra esta nota da envidia. Los hombres que aparecen en ella no pueden ser más diferentes y, además, fueron adversarios políticos enconados en la campaña presidencial estadounidense de 1989.
Uno, el ex presidente George H.W. Bush, anciano y enfermo, es un republicano de fuertes convicciones. Un conservador en toda regla, aunque no pertenece al ala más radical de su partido.
El otro, el ex presidente Bill Clinton, siempre expansivo y en plan de marketing político, es un liberal demócrata, cabeza del stablishment del «partido azul» y ubicado en las antípodas ideológicas de quien fue su antecesor en la Casa Blanca.
La foto muestra una visita del ex presidente Clinton al ex presidente Bush, convaleciente física y espiritualmente, pues aparte de sus achaques de hombre nonagenario, recientemente perdió a su esposa Bárbara, la segunda mujer que tuvo el doble rol de esposa y madre de un mandatario estadounidense.
La imagen es especialmente simbólica, porque hubo pocas campañas estadounidenses más reñidas y sucias, de hecho, que la protagonizada por estos dos caballeros.
Los demócratas se burlaban de la pretendida falta de autoridad y capacidad de Bush, mientras que los republicanos se explayaron mostrando la larga huella dejada por la sexualidad díscola del entonces joven Clinton.
Curiosamente, el demócrata fue precedido por el padre y sucedido por el hijo. Con George Jr., otro presidente de asombro, en la Casa Blanca, las relaciones institucionales mejoraron ostensiblemente entre los Clinton y los Bush; después, vendría la amistad.
Hoy en día los dos ex presidentes Bush y el ex mandatario Clinton solo tienen en común una cuestión política básica: su oposición a las estrategias y decisiones del excéntrico y peligroso presidente Donald Trump.
Pero, la idea aquí no es detenerse en el anecdotario doméstico de la política estadounidense, sino resaltar el poder de sus instituciones, y el hecho de que ese poder surge y se acrecienta por la firme voluntad de sus dirigentes de respetarlas y acatarlas, por más agrias que sean sus diferencias.
Esta foto que, en otro momento habría sido una mera reseña de un encuentro entre dos hombres notables y buenos amigos, se convirtió en trending topic en Estados Unidos, porque muchos ciudadanos vieron en ella la imagen de un país en trance de ser perdido.
Los comentarios, en su mayoría, hablaban de esa nación generosa y conviviente, donde todas las diferencias podían ser resueltas, donde sus dirigentes eran capaces de ver el bien mayor más allá de sí mismos, donde la política, con sus bajezas y torceduras, era un ejercicio democrático.
Esa visión democrática de las instituciones, la voluntad de los líderes de atenerse a unas reglas de juego y respetar a quienes las administran es una de las claves que explican lo que Estados Unidos ha llegado a ser.
No es que no hayan enfrentado crisis, tampoco es que sus líderes hayan sido dechados de perfección personal y política, pero esa capacidad de construir un orden simple, con unas reglas básicas que sirven y protegen a todos, y donde todos pueden expresarse, sin duda que facilitó las tareas económicas y sociales que hicieron de Estados Unidos una potencia real
Y ya que estamos de fotos, he aquí otra imagen.
Esta es de Venezuela, pero este era un país radicalmente distinto al de hoy, porque sus líderes estaban luchando por construir una democracia y habían entendido que la venganza era inservible para lograrlo.
Son también dos ex presidentes. El de la izquierda es Rómulo Betancourt en algún momento de su segundo paso por Miraflores, entre 1959 y 1963. El de la derecha es el general Eleazar López Contreras, presidente legatario del gomecismo entre diciembre de 1935 y 1941.
Estos hombres que comparten cordialmente fueron viejos y férreos enemigos. López Contreras persiguió a Betancourt incansablemente y lo aventó al exilio, por el supuesto delito de comunismo, entonces prohibido por la Constitución.
Betancourt llegó por primera vez al poder como presidente de una Junta Revolucionaria de Gobierno, gracias al golpe militar del 18 de octubre de 1945, que sacó del gobierno al sucesor de López, el general Isaías Medina Angarita.
Instalado en el poder gracias a los militares, Rómulo -como solía llamarlo sin ceremonia el pueblo llano-persiguió incansablemente a López, como parte de los restos del gomecismo.
López Contreras bajo el primer Betancourt conoció la cárcel, la expropiación de su patrimonio y el escarnio público, al ser juzgado en ausencia por peculado.
Entre estos dos hombres no sobraban razones para el odio; sin embargo, se reconciliaron y cuando el general López murió en 1973, la democracia instaurada por los hombres que él persiguió -aunque sin la misma saña de Juan Vicente Gómez- y fundada en elecciones libres y secretas, reconoció sus méritos y le rindió el homenaje que, sin duda, merecía.
Lo que rescatan estas imágenes es el valor del diálogo como herramienta política, pero evidentemente no se puede ser ingenuo. En estos casos, existía una voluntad política clara de respeto y entendimiento, fundada en instituciones. El compromiso previo para que George H.W. Bush y Bill Clinton hayan sido capaces de superar sus diferencias políticas, institucional y personalmente, es el respeto por la democracia como valor fundamental.
Lo mismo se puede decir de la relación que hombres como López Contreras e Isaías Medina lograron con sus antiguos enemigos, jóvenes que postulaban la modernización de la política en Venezuela, que se traducía entonces -y ahora vuelve a hacerlo- en una clara voluntad democrática.
Estamos muy lejos de vivir con instituciones democráticas que hagan posibles imágenes como estas. Vivimos tiempos de venganza; de un gobierno que odia a sus adversarios, aunque predica amor; transitamos una etapa oscura de persecución y sojuzgamiento.
Es importante destacar que esta voluntad democrática siempre ha tenido efectos concretos. No es un mero acto simbólico, pues la historia demuestra que los países que han emprendido el camino de la democracia y la política entendida como un ejercicio de diálogo a pesar de las diferencias, efectivamente progresan
Special visit today with a great friend — and now, a best-selling author. Luckily I had a freshly laundered pair of @BillClinton socks to mark the occasion. pic.twitter.com/v9jb4sRexh
— George Bush (@GeorgeHWBush) 25 de junio de 2018