Sobre la unidad nacional, por Frank E. Payares M.
Los sectores opositores venezolanos silenciados, divididos, maniatados; sin liderazgo y sin propuesta. Sin credibilidad y sin confianza entre los ciudadanos, parecen “condenados” a construir la mayor Unidad Nacional posible, tanto para enfrentar exitosamente a la dictadura, como para encarar el largo y complejo proceso de construcción de la Democracia y de un país simplemente normal.
La tarea comporta complejas y diversas trabas, asomo sólo algunas: 1) la dictadura, empeñada en dividir a sus oponentes; 2) los opositores cuyos intereses, ambiciones, egos y debilidades conspiran contra sí mismos; 3) la débil o inexistente relación entre partidos, ciudadanos y organizaciones sociales, unido a la debilidad y diferencias entre estas últimas y, 4) la ausencia de una propuesta convincente de país.
No hay decreto o sentencia que obligue a la unidad. De hecho, ni siquiera son suficientes acuerdos circunstanciales.
Pese a necesaria, tengo la impresión que la UN requiere cierto convencimiento respecto de los llamados a unirse.
Después de ensayos y costosos errores, parece ser necesario que intereses y ambiciones particulares cedan ante el interés superior: la Libertad y la Democracia. Esto tampoco se decreta.
A veces pareciera que los partidos de oposición ocultan tantas cosas, como el gobierno. Ese silencio sepulcral, apariciones espasmódicas o desconexión consuetudinaria deja una terrible sensación de orfandad.
Los atajos deberían dar paso a una propuesta de país y de Democracia que toma su tiempo.
El drama de las elecciones de gobernadores es patético, la MUD obtuvo entre 44% y 47% de los votos y seis gobernaciones, pese a las trampas, fraude y campaña de sectores “abstencionistas” enfermizos. En lugar de tomar el resultado para afincar su fuerza, dilapidó ese capital político cuando no obtuvo los 18 gobernadores prometidos por las encuestas. En las municipales se ahondaron los errores y en las presidenciales, incapaz de tener un solo candidato, patentizó una división que resultaba inocultable.
La Unidad Nacional debería ser una superación de la cofradía de partidos o “G”. Ha de incluir la mayor cantidad de sectores representativos de oposición o contrarios a la dictadura, sean partidos, sindicatos, empresarios, estudiantes, universidades, iglesias, academias, artistas, vecinos, mujeres, jóvenes, jubilados, gremios. No es momento para fotografías de ocasión, sino para actuar con una estrategia que considere las demandas y situación de cada sector, pero capaz de visualizar un país posible y normal.
Una dirección única y democráticamente escogida, sin perjuicio de liderazgos de sectores sociales y territoriales. Un plan único que privilegie la organización y el contacto real, permanente y efectivo con los ciudadanos, sin descuidar la seguridad y protección.
Una propuesta de país con voceros autorizados y expertos o conocedores en las distintas áreas: economía; servicios públicos, producción, alimentación, transporte, energía, petróleo, seguridad, educación, salud, Administración Pública, capaz de proponer alternativas, planes y propuestas con metas y objetivos alcanzables.
Ignoro la distancia a la que estamos de salir de esta dictadura, pero me he persuadido que ese trayecto es proporcional al grado de avance de la construcción de una UN.
Como siempre: la regla es la transparencia y el juego limpio entre sus componentes. Fair Play.
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