Pensión = vejación, por José Domingo Blanco
Una fila muy larga, repleta de cabezas blancas, bastones y arrugas, se veía a las puertas de los bancos. Era un espectáculo deprimente y violatorio de la dignidad de quienes entregaron sus años mozos cumpliendo con sus deberes, y que hoy sólo aspiran a ser tratados con respeto y consideración. Pacientes, resignados, tristes eran los rostros de los muchos pensionados y jubilados con los que me topé el pasado miércoles, el día cuando les depositaron su humillante pensión.
El dolor y la rabia se me entremezclaron. Duele ver a tanto viejito esperando un dinero que, al recibirlo, ya estará devaluado. Encoleriza el maltrato del régimen hacia nuestros abuelos. Porque, cuando el régimen veja de esa manera a nuestros ancianos y les impone filas, horarios, límites en los montos de retiro y cifras ridículas para que cubran sus necesidades, está promoviendo el exterminio acelerado de este grupo etario de la población, ya de por sí vulnerable… y eso, en algún momento, también será juzgado como un delito de lesa humanidad.
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Y les confieso que no pude evitar pensar en las mamás y los papás de los funcionarios del régimen. ¿Se levantarán de madrugada los padres de los integrantes del tren ejecutivo el día que se cobra la pensión? ¿Caminarán con sus bastones y con tan solo una taza de guarapo en el estómago para llegar a la parada de autobús, donde esperarán por horas para que llegue el transporte que los llevará hasta el banco en el que les depositan Bs. 8.400.000 de pensión? ¿Harán una fila interminable las mamás de los ministros, vicepresidentes, jueces o militares para retirar sólo dos millones en efectivo? ¿Se verán en la necesidad esos padres, de los “ilustres” cabecillas del régimen, de repetir la visita al banco, y según el último dígito de su cédula de identidad, para terminar de sacar de la cuenta el dinerito con el que intentarán comprar algo de comida o el tratamiento contra la hipertensión? ¿Permitirán los viceministros, ministros, militares, jueces, cancilleres o diputados de la ANC que sus papás y mamás –que deben ser tan ancianitos como los que vi el miércoles a las puertas de los bancos- sean tratados con el irrespeto, la humillación, la vejación y la desconsideración con la que son tratados nuestros pensionados y jubilados?
La crueldad puede manifestarse de diferentes formas. Y ésta es una de ellas. Estamos frente a pensiones que son en sí mismas unas sentencias de muerte para nuestros abuelos. ¿Cómo puede sobrevivir un anciano con la miseria que le depositan? Es imposible, en la Venezuela actual, cubrir las necesidades básicas con ocho millones de bolívares cuando comprar un kilo, de cualquier cosa que sirva para apaciguar el hambre, supera por mucho lo que reciben, por más que lo administren con criterio de austeridad o como si estuviésemos en tiempos de guerra.
¿En qué banco les depositarán la pensión a las mamás de los presidentes de las instituciones del Estado? ¿El cajero del banco les dará también a esas ilustres madres dos millones de bolívares, en billeticos de Bs 500? ¿Serán tratados los padres de los artífices de esta miserable revolución, de la misma forma y con los mismos “privilegios”, que el resto de nuestros cientos de pensionados y jubilados que el pasado miércoles colmaron las entidades bancarias de todo el país?
Según unas cifras publicadas por TalCual, se necesitan más de 34 billones de bolívares para cancelar en efectivo las pensiones: efectivo que no hay. Según unas declaraciones emanadas de Sudeban, recogidas por El Pitazo, “no hay remesa suficiente” para cancelar la pensión completa; por lo que, adicionalmente, la Sudeban promueve esta medida para evitar “la venta de efectivo”, pues según sus funcionarios, tienen conocimiento que los pensionados están vendiéndolo a los “bachaqueros”. No sé si estarán vendiendo o no el efectivo. Lo que sí sé, porque así me lo dejó saber una abuelita, es que, para poder comer, ella se va a Catia con los pocos billetes que pueda reunir, para comprarle a los buhoneros a mitad de precio, lo que en otros lugares le costaría cuatro veces más. Porque, pagándole en efectivo a los buhoneros del boulevard de Catia, ella puede hacer el milagro de comprar arroz o harina de maíz, un poquito de su infaltable café y algo de azúcar para endulzarlo “a pesar de que la diabetes no me permite comer esas cosas y, no debería, porque no encuentro la pastilla que me la mantenía a raya”.
Ese es el drama. Ese el trato inhumano que este régimen le da a nuestros ancianos. Así les demuestra su amor. Así, y negándoles lo que por derecho les corresponde: una vejez digna, tranquila, apacible, sin preocupaciones y sin las amenazas para la vida que significa esa miserable pensión de hambre, muerte y miseria
¿Cobrarán y vivirán sólo de la pensión los padres de los “ilustres” responsables de esta desventurada revolución? Esta es una pregunta que me gustaría, en algún momento, respondiera Nicolás.
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