La OMC: nuevos retos, por Félix Arellano
Tiempos complejos pero interesantes e impredecibles está enfrentando la Organización Mundial del Comercio (OMC). Para algunos, el progresivo estancamiento, con una ronda de negociaciones, la Ronda Doha, que inició en el año 2001 y no está clara su culminación, más los ataques del Presidente de los Estados Unidos, se espera su paulatina extinción; empero, con las paradojas de la vida, la guerra comercial que ha iniciado el Presidente Trump, está permitiendo una reactivación de la organización, convirtiéndose en el epicentro para el manejo formal de la crisis, con las diversas demandas que están introduciendo las principales parte involucradas. Podría encontrarnos en una coyuntura favorable para cerrar, sin mayor espectáculo, la Ronda Doha y lograr la definición de un programa mínimo de trabajo que permita, con prudencia, redinamizar la OMC.
Para el 2001 resultaba prematuro lanzar una nueva ronda de negociaciones con una agenda ambiciosa, si consideramos los pocos años de existencia de la OMC (1995) y lo compleja y ardua que resultó la negociación para su creación, en la llamada Ronda Uruguay, que inició en 1986 y culminó en 1994, con la firma de los Acuerdos de Marrakech entre los que destaca la creación de la Organización Mundial del Comercio. Pero también es cierto que existía consciencia en la mayoría de los miembros sobre la necesidad de avanzar en diversos temas, en particular, superar las contradicciones que se habían generado en el sector agrícola, al permitir la existencia de subsidios directos a la exportación, rechazados en el resto de los sectores productivos por su carácter desleal en el comercio internacional.
Han transcurrido varios años desde el lanzamiento de la Ronda Doha y se han efectuado varias Conferencias Ministeriales (Cancún 2003, Hong Kong 2005, Ginebra 2009, Ginebra 2011, Bali 2013, Nairobi 2015, Buenos Aires 2017). En estos años en los que se han realizado esfuerzos importantes, pero infructuosos para culminar con la Ronda. El tema agrícola, que fue uno de los factores fundamentales para su convocatoria, se mantiene como uno de los temas sensibles y de mayor complejidad para alcanzar los acuerdos que permitan una culminación razonable de la Ronda.
El estancamiento de las negociaciones ha debilitado la organización, pero también debemos agregar el rechazo del Presidente Donald Trump al multilateralismo y sus ataques directos contra la OMC. Este ambiente adverso se pudo apreciar en la 11 reunión de la Conferencia Ministerial que se efectuó en Buenos Aires en diciembre del 2017, que no logró avanzar en los temas pendientes, sumándose como un nuevo fracaso para la organización.
Pero enfrentamos nuevos acontecimientos, frente a la irracional guerra comercial que está promoviendo el Presidente Trump, al castigar con el incrementos de los aranceles a buena parte de sus socios comerciales, la OMC se está convirtiendo en el espacio para dirimir los conflictos y explorar posibles soluciones, lo que podría significar su reposicionamiento y una oportunidad para superar la ronda de negociaciones e iniciar un proceso más limitado de reorganización y fortalecimiento.
El escenario de la guerra comercial hace evidente la importancia y conveniencia de la OMC. El comercio internacional representa una de las fuerzas fundamentales del mundo interdependiente y globalizado que, bien administrado, puede contribuir de forma efectiva en la generación de riqueza y bienestar social.
En efecto, buena parte de los países en desarrollo que han crecido en los últimos años, han desarrollado estrategias basadas en una inserción activa al comercio mundial. Destruir la organización podría generar mayores problemas para los países pobres que requieren fomentar sus exportaciones en un marco de reglas, certidumbre y seguridad jurídica
Los discursos radicales que satanizan el libre comercio y las instituciones como la OMC, le hacen un buen servicio a los poderosos, recordemos que la defensa de los débiles son las normas y las instituciones.