La ruptura de la coalición dominante, por Luis Manuel Esculpi
La frase se ha puesto de moda a raíz de estudios de varios politólogos sobre las transiciones conocidas en el mundo, entre los análisis destacan los realizados por los amigos Jhon Magdaleno y Benigno Alarcon – entre otros- quienes han emprendido esa laboriosa tarea.
La reflexión sobre la transición o las transiciones no escapa a la dirección -hasta ahora-de la oposición venezolana, el concepto expresado en la mencionada frase no le es ajeno. Es innegable que se han hecho esfuerzos, aunque sean tímidamente, en esa dirección. Una muestra pudiera ser la incorporación de representantes de la «disidencia abierta» al Frente Amplio.
Es suficientemente conocido que no basta proclamar una intención, para que ella se traduzca en realidad. Es más, en la política se pueden alcanzar propósitos sin haber sido pregonados. Es indudable que un aspecto fundamental de la estrategia gubernamental en el ámbito político es descomponer la alianza opositora, propiciar su división y dificultar su unidad. Sin embargo, actúa en esa dirección sin difundir públicamente ese elemento principal de su diseño estratégico.
Es discutible si las diferencias en el campo alternativo tienen el origen en su propio seno o si en alguna medida influye la acción gubernamental, en todo caso es cierto que el aparato comunicacional del gobierno difunde esas contradicciones, las magníficas e intenta incentivarlas y estimularlas.
La disidencias en los proyectos y organizaciones políticas no se producen en forma instantánea, son consecuencia de un proceso – alguna experiencia tenemos en esa materia- se inician con pequeñas discrepancias, se van acentuando en la medida que quienes son objetos de la crítica se hacen refractarios a ella, adoptando mecanismos de defensa para permanecer fieles a los dogmas o simplemente conservar el poder interno, es frecuente que confluyan en la misma dirección ambas posturas.
Con motivo de la realización del congreso del PSUV surgieron críticas en cuanto a la política económica del gobierno, como las de Rodrigo Cabezas y Jesús Faría por una parte, la de Elías Jaua hasta Freddy Bernal (mas motivadas por la pugna interna) y otras reivindicado el legado de Chávez, enfrentándolo a Maduro como los ex ministros Ramírez todas con motivaciones distintas, pero reflejando la seria conflictividad existente en el mundo del PSUV.
Era iluso pensar que esa polémica -de distintos signos- iría a producir un desenlace en lo inmediato. La crisis sigue allí, esta germinando. Los factores de regímenes anteriores que participan de las transiciones no siempre son del agrado de los sectores alternativos, pero terminan siendo tolerados como factor facilitador de reconciliación y de gobernabilidad
En nuestra propia historia se evidencia que elementos provenientes de sectores dominantes han sido determinantes para el avance de transiciones, para solo citar dos: así fue en la etapa post gomecista y en las conquistas democráticas del 23 de enero de 1958.
La fuerzas de la alternativa democrática deben recomponer la plataforma unitaria hasta donde ello sea posible, en el cuadro actual he venido sosteniendo un criterio coincidente al de un tuiter de la periodista Luz Mely Reyes donde afirmó: «la tesis de la ruptura de «la coalición dominante» no tiene necesariamente que significar que, de lograrse, la sucesión del poder estaría en manos de la dirigencia opositora actual». Añadiría que esos procesos por lo regular no obedecen completamente a un guión previamente escrito, que tienen particularidades inéditas, que la inteligencia, habilidad, amplitud y flexibilidad son una suerte de prerequisitos para que la conducción política pueda dirigir las complejidades de las transiciones acertadamente. Esa es otra demostración, en general, de la experiencia histórica.