Atentado al Gallo Pelón con un tumbarrancho que no explotó…, por Eduardo López Sandoval
Se cuentan como las cifras de la hiperinflación en Venezuela el número de los atentados a la vida de Fidel Castro, el creador del imperio insular. No haremos juicios de valor acerca de la veracidad o no de tales “atentados”, supongamos que uno solo de estos eventos fue inventado por la propaganda roja rojita; lo que no suponemos, más que eso lo aseguramos, es que tales intentonas –ciertas o falaces- endiosaban al dictador ante la plebe, hasta el punto que mantuvo el poder hasta su muerte. El mismo análisis vale para el Poseso, el creador de este régimen revolucionario bolivariano que padecemos en Venezuela, a quien se le “hicieron” cientos de atentados, quien gobierna aún después de muerto, porque Chávez vive, ¿o no?…
Hasta esta línea este escrito bien pudo hacerse sin que ocurrieran los hechos del teatro militar del pasado domingo. Hablemos ahora de estos hechos…
Las costuras se ven a leguas. No tenemos desde esta orilla izquierda del río Guárico los aparatos de acercamiento suficientes para juzgar que esto es otro circo, pero…
Pero tenemos los elementos que nos muestra la más simple lógica, que tienes también tú mi pana lector, -no importa que estés en algún sitio con internet en las orillas de cualquier río…
El Fiscal General declara que era “una” bomba, que no estalló, que contenía suficiente material explosivo como para matar a toda la plana mayor, –y no dice cuántos kilos aproximadamente, ni qué era-. A su vez nosotros oímos el estallido de un adminiculo como si fuera un tumbarrancho, el que provocó la olímpica correlona de los uniformados… ¿Estalló o no? ¿Los heridos los provocó la ola expansiva del artefacto explosivo, o cuando se atropellaron en la cobarde correlona? Otros voceros oficiales declaran que eran dos drones con “dos” bombas, que sólo uno estalló, que el otro fue interceptado (¿?)
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La fotografía es reveladora, en ésta, con el idioma universal, el gestual, la Primera Dama le grita al mundo: “Aquí no está pasando nada”, o más bien, “Esto le está saliendo requetebién a mi maridito, tremendo actor”… El acercamiento al rostro denota una sonrisa como La Gioconda o Mona Lisa; lejos –como la vemos-, se muestra “con los brazos cruzados”… El mundo espera una explicación, ¿por qué le dijo esto, con voz tan clara y sonora, en los segundos que la Historia Oficial debe describir como: “Los momentos más angustiosos de su vida”?
Un portal digital, quizá de Cuba, o más bien desde Miami, que ha visto lo que tú y yo vimos, mi pana lector, ha escrito: “En el estrado presidencial, la mayoría de los militares de alto rango que allí se encontraban permanecieron inalterables, en contraste con la huida despavorida de los soldados que se disponían a desfilar” (cibercuba.com, dixit).
¿Terminamos con un paréntesis? Vale…
(Acerca del Gallo Pelón nos dice la colega escribidora Carolina Gómez Ávila, que: “Resulta que al gallo pelón se le relaciona con una leyenda del s. XVI que narra ciertos hechos sucedidos en Morón de la Frontera -un pueblo de la provincia de Sevilla, en Andalucía, España- que sufría el atropello de los funcionarios. Uno de ellos, el juez Don Juan de Esquivel, no sólo abusaba sino que se jactaba de su poder repitiendo con frecuencia: “donde canta este gallo, no canta otro”. Pronto el pueblo lo llamó “El Gallo de Morón” y no mucho después, harto de él, lo llevaron a las afueras del pueblo, lo desnudaron y le dieron una paliza con varas de hacer bastones.
“La pela debe haber sido monumental porque el ingenio andaluz le compuso una copla:
“Anda, que te vas quedando
como el Gallo de Morón,
sin plumas y cacareando
en la mejor ocasión.”)
Sin plumas y cacareando te vas quedando pelón…
Al gallo pelón en el título se ha hecho alusión por: ¿quieres que te cuente otra vez el cuento del gallo pelón?