Requesens con nosotros, por Gregorio Salazar
Cuántas voluntades batalladoras, cuántos espíritus libertarios, cuántas vocaciones de servicio han tratado de quebrantar con las nuevas “reglas” de hacer política impuestas por quienes no reconocen a sus adversarios los mismos derechos que ellos quieren reservarse a perpetuidad. Una dinámica cargada de profundo odio social, desigualdad, vulneración de la legalidad y ventajismo como no habíamos conocido en Venezuela.
El quehacer político tal como lo entiende y lo proclama la cúpula del régimen no es el ejercicio de una actividad orientada a la acertada toma de decisiones o del manejo del poder en función de la armonización de los intereses encontrados o la solución de manera integradora de los problemas que afectan a toda sociedad. Nada de la “ciencia de lo posible”, como en forma sublime y figurada la llamó alguien. Ya ni siquiera es el reconocimiento de la soberana voluntad del pueblo expresada a través del voto.
En su obsesión por el control del poder, todo el poder, en su empecinamiento por consolidar un modelo que le permita sojuzgar a todos los venezolanos, el régimen chavista que hoy preside Nicolás Maduro ha devastado la posibilidades de la convivencia política y ha dejado de lado la atención de los problemas más elementales del conglomerado humano que es Venezuela, hoy abandonado a su suerte o en fuga masiva de nuestro territorio.
Mucho más allá, ha arremetido con todas las variantes e intensidades contra la dirigencia opositora, esa que con errores y omisiones, pero también con tenacidad y perseverancia ha estado largos años en la primera línea de combate a las arbitrariedades de la dictadura»
Y como tales han padecido en carne propia la violencia, el escarnio, el encarcelamiento en las condiciones más inhumanas, la tortura, el exilio, la vulneración de los fueros parlamentarios que les da su representación popular.
Núcleo destacado de esa dirigencia han sido nuestros jóvenes, la generación salida de las luchas estudiantiles que tempranamente decidieron enfrentar con denuedo las desviaciones y aberraciones del gobierno de Chávez.
Lugar destacado en la vanguardia de esos legionarios ha ocupado Juan Requesens, quien con todo el ímpetu juvenil de sus veinticinco años alcanzó su diputación a la Asamblea Nacional en el 2015. Desde entonces el país lo ha visto y lo conoce: sin límites en su capacidad de compromiso, indoblegable en la defensa de las libertades, consecuente en la tribuna parlamentaria y siempre al frente en la lucha de calle por los reclamos más urgentes de la población.
Requesens ha puesto al servicio del rescate de la libertad y la democracia en Venezuela, con generosidad sin reservas, todo lo que tiene: su juventud, su valentía, su capacidad de conmoverse y enardecerse frente a la injusticia, su amplio sentido de solidaridad con su pueblo y sus compañeros de lucha.
Hace unos días intervino en la AN a propósito de la decisión del joven diputado José Manuel Olivares de sacar a su familia del país obligado por el acoso y las constantes amenazas. “Yo me niego a rendirme, yo me niego a arrodillarme ante quienes hoy pretenden quebrarnos la moral”, dijo en esa oportunidad. Y después de acusar el carácter delictivo a la secta gobernante, agregaba: “Yo me niego a callarme. El alma de nosotros los políticos es el verbo, es la fuerza, es la voz y las ganas de cambiar (…) Hoy yo puedo hablar desde aquí. Mañana no sé. (…) Lo que quiero es que toda Venezuela sepa que nosotros vamos a seguir haciendo todo lo que podamos hacer para lograr lo que hoy toda Venezuela quiere, que es sacar a Nicolás Maduro del poder”.
Un año atrás, en una agresión por una horda del régimen Requesens pudo haber perdido la vida. Hoy ha perdido la libertad. Para el momento de redactar esta nota había sido llevado de su casa a empellones por el Sebin. Sin fórmula de juicio, el miércoles fue allanada inconstitucionalmente su inmunidad parlamentaria por la constituyente espuria y el jueves en la noche su propia residencia.
El alma libertaria de Juan Requesens no cabe en los lóbregos calabozos de esta dictadura. Su alto ejemplo no lo encierran las cuatro paredes de una celda, ni lo silencia la avalancha de propaganda infame. Donde quiera que esté su valentía y coraje acompaña y alienta al pueblo en horas tan amargas para la patria venezolana. Requessen está con nosotros, todos estamos con él.