Larry, Curly y Moe, por Tulio Ramírez
Estos 3 curiosos personajes hicieron reír a varias generaciones desde la década de los 20. Es posible que los menores de 30 años no tengan ni remota idea de la existencia de este singular trío. Sus peculiares figuras y desatinos recurrentes hicieron que se desternillaran de la risa millones de televidentes en el mundo entero.
Se trata de los Tres Chiflados, que en realidad eran 4 porque al grupo habría que agregar a Shemp quien sustituyó al gordito y gracioso Curly en varias oportunidades. En mi memoria siempre estará el recuerdo de regresar de la escuela y sintonizar en nuestra vieja TV a esta serie norteamericana que se transmitía en blanco y negro para deleite de toda Latinoamérica.
El guion era siempre muy parecido. Los tres personajes se veían envueltos en problemas debido a sus miopías e ingenuidades. A pesar de las buenas intenciones y las iniciativas cargadas de nobleza y solidaridad para con el otro, se metían en cada barullo gracias a que siempre hacían el diagnóstico equivocado y, por supuesto, las acciones equivocadas.
Estas apreciaciones erróneas los metían en enredos que se complicaban más, por sus torpezas y peleas internas. Allí estaba la gracia del programa. Ver como salían de los atajaperros a pesar de ellos mismos.
Si bien andaban juntos y perseguían la misma causa, chocaban entre sí y se saboteaban unos a otros sin tener conciencia que tales discrepancias los alejaban de la solución anhelada. Sin embargo, luego de situaciones hilarantes y francamente en extremos graciosas, salían con bien gracias a un imprevisto golpe de suerte.
Por supuesto, esos finales eran predecibles. El ingenio de los guionistas creaba las más inverosímiles situaciones para buscar salida a la trama. Esa es la magia de la televisión.
Por más de 60 años los Tres Chiflados, a pesar de las altisonantes cachetadas, patadas a traseros, jaladas de nariz utilizando las falanges proximales como alicates, golpes a la cabeza, ahorcamientos con la corbata, incrustación en los ojos de los dedos índice y medio en forma de tijeras, tirones de pelo y empujones varios, siempre sorteaban con éxito las más descabelladas situaciones.
Un dato importante es que nunca esperaban quedarse con la bella en apuros, ni con el oro perdido o el botín rescatado. Su objetivo era más noble: hacer el bien sin mirar a quien.
En Venezuela tenemos nuestros Larrys, Curlys y Moes. Pero a diferencia de los de la serie en cuestión, nuestros chiflados no han podido resolver el embrollo en el que están metidos. Eso evidencia que en política no hay golpes de suerte que valgan.
Al igual que los chiflados de la serie, los nuestros tienen un objetivo común, por lo menos así lo han declarado. Siguiendo el mismo guion de la serie, hierran en sus diagnósticos, se tiran zancadillas, se descalifican entre sí, se enseñan los dientes y, al igual que los originales, cuando se les abre una puerta tratan de pasar todos al mismo tiempo en el vano intento de sacar ventaja y llegar primero.
Al final terminan derribándola y obstruyendo esa opción de salida. Pero hay una diferencia importante con los chiflados de los Estudios Fox. Los nuestros no provocan ni una sola sonrisa, salvo a los que están en el poder, quienes gozan un puyero cada vez que saltan a escena con sus incoherencias, acciones erráticas y justificaciones por los actos fallidos.
El último episodio de esa versión vernácula de Los Tres Chiflados, fue el de la votación dividida en la Asamblea Nacional para declarar persona no grata al inefable señor Zapatero. Así estamos.