Cinco Temas: ¿A la deriva?, por Fernando Luis Egaña
Hay derivas de derivas. Las hay gratas, en las que uno se deja llevar por alguna buena corriente, pero al tanto de que no haya peligro. Las hay ingratas, en la que la deriva no parece tener un destino que sea preferible a un mal presente. En esa deriva anda Venezuela. No de ahora, por cierto, sino desde hace tiempo. Esas derivas políticas causan daños que pueden ser irrecuperables, porque doblegan la voluntad de la gente, les quiebran el ánimo de salir luchando –de salir de la deriva, y todo eso ayuda a sostener el continuismo del poder establecido.
Acaso lo peor de la deriva no sea la deriva en sí, sino la incapacidad de reconocerla. Conozco a algunos analistas que se muestran con seguro optimismo por el inicio de una próxima transición que llevaría al país a la democracia y la prosperidad. Y hasta preparan libros al respecto. La verdad es que estos pueden ser los que estén más a la deriva.
La voz del cardenal Porras
El cardenal Baltazar Porras Cardozo es un hombre de medios. Conoce los procesos comunicacionales, y en muchas etapas de su trayectoria como dignatario de la Iglesia, ha logrado proyectar con fuerza su mensaje en la opinión pública. El que uno haya estado de acuerdo o no con ese mensaje, es otro punto. Pero lo cierto es que, en general, ha tenido una presencia mediática de importancia a lo largo de muchos años.
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Percibo, sin embargo, que eso no ha estado sucediendo con igual intensidad. Entiendo que sea difícil, cuando además de Arzobispo de Mérida es Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Caracas, y tiene poco tiempo en su nueva posición. Debe estar recargado de trabajo. Y sus excelentes relaciones con el Vaticano deben sumarle más responsabilidades. Pero considero que es necesaria una mayor presencia en la escena nacional. La convocatoria de una Misa por la Esperanza va en ese sentido. Es positiva, porque son muchos los que necesitan la voz del cardenal Porras.
Un texto de Luis Xavier Grisanti
Con motivo del fallecimiento de Teodoro Petkoff, Luis Xavier Grisanti escribió un denso artículo sobre sus ejecutorias como ministro de Cordiplan (1996-1999), en el segundo gobierno del presidente Caldera. Vale la pena leerlo. No sólo porque impresiona que Teodoro haya contribuido tanto en tan poco tiempo, al desarrollo económico y social del país, y en paz; sino que de manera respetuosa y con hechos, se refuta la especie de que ese período de gobierno no tiene nada positivo que exhibir en el dominio socio-económico.
No son estas apretadas líneas el lugar apropiado para resumir el texto de
Grisanti. Pero sí lo son para invitar a los amables lectores a buscarlo –googlearlo– y leerlo con atención. Teodoro Petkoff y la Agenda Venezuela, se llama el referido escrito del economista y servidor público, Luis Xavier Gristanti.
Interlocutores válidos
Un problema muy principal de los voceros de la comunidad internacional, que están muy preocupados por Venezuela y que quieren ayudar a la causa democrática en el país, es el problema de los interlocutores válidos en el campo opositor. No es que no haya interlocutores, los hay y muchos, pero ninguno reúne el apoyo de los demás, como para que su interlocución sea, precisamente, válida.
Y este problema no sólo se presenta dentro de nuestras fronteras, sino fuera de ellas. Hay una variedad de grupos y personajes que se disputan la representación de la causa democrática venezolana. Eso no los acredita ante los que desean colaborar con ésta, pero tampoco ayuda a impulsar el cambio efectivo que tanto se necesita.
¿Tiene futuro la Unión Europea?
Ojalá y la respuesta sea afirmativa. Pero no de cualquier manera. Afirmativa en el sentido de mantener e impulsar la integración europea, pero también afirmativa en el sentido de respetar las identidades propias de las grandes naciones que componen la UE. Y grandes no tanto en poderío económico –Alemania o Francia–, sino en singularidad histórica, como Polonia o Hungría. Tal parece, sin embargo, que muchos burócratas en Bruselas no están de acuerdo.
Más bien quieren imponer un modelo de sociedad secular, uniforme y además autoritaria en relación con la expresión democrática y libre de lo que no forme parte de esa agenda supra-nacional. Así, el futuro de la Unión Europea no se tiende a cimentar