Cinco Temas: En la encrucijada, por Fernando Luis Egaña
Qué duda cabe sobre la encrucijada que representa el 2019, y acaso el temprano 2019, para Venezuela. O se aprovecha la oportunidad de cambio o no se aprovecha, y todo esto continúa para peor, abonándose así el terreno para un «escenario» extremadamente traumático, que en vez de abrir caminos los puede terminar de cerrar, en una especie de calle ciega aún más violenta. ¿Qué puede ocurrir? Nadie lo sabe con certeza. Pero lo que sí se presume es que sin movilización social, es difícil que pase algo sustancial que modifique la dramática situación venezolana. Esto es, que la modifique para bien.
Hay un conjunto de factores, sobre todo en el campo de las relaciones internacionales, que pueden ser favorables a la posibilidad de un cambio efectivo. Pero éstos, solos, no son suficientes. La dinámica del cambio tiene que ser interna para el apoyo externo sea constructivo.
Venezuela y Colombia
Sería importante la vitalidad de una Venezuela y una Colombia en un proceso evolutivo y sensato de integración económica, entre otros aspectos. Importante para Venezuela, importante para Colombia, importante para la región. Eso se comprendió bien en el período democrático del siglo XX venezolano, y sobre todo en su parte final. Pero todo eso se fue desmontando, paso a paso, desde Caracas. Lo lamentable no es reconocerlo sino que haya ocurrido.
Esa perspectiva progresista, la vitalidad binacional que surge de la integración, es imposible mientras la hegemonía roja impere en nuestro país. Objeciones y críticas a los gobiernos de Colombia las hay a granel, pero el control del poder en Venezuela no lo tiene un gobierno alternativo con contrapesos efectivos, lo tiene un régimen que hace y deshace a su antojo, como deshizo el promisorio proceso de integración con Colombia.
Ignorancia crasa y supina
Esa era una frase favorita del padre Francisco Arruza, un jesuita profesor de Lógica en mis años de estudiante de derecho en la UCAB. Inolvidable frase la que solía usar este sabio sacerdote, sobre todo porque la experiencia me ha comprobado que no se trata de una frase de ocasión, digamos que atractiva o sugerente, sino una dramática realidad de la conciencia personal y del llamado debate público. No es que sea un absoluto, desde luego que no, pero hay épocas en las que la ignorancia crasa y supina se generaliza. Esta es una de ellas.
La ignorancia crasa y supina se hace notoria, para algunos, en referencia a la trayectoria histórica de Venezuela, en especial del período democrático o de la República Civil. Y no sólo aflora entre gente normal y corriente que no tiene formación especializada, sino que se nota, a veces de manera grotesca, entre quienes se precian de su formación. La ignorancia crasa y supina puede ser remediable con el conocimiento. Pero si no hay interés al respecto, no hay remedio posible. Y en esa hondura profunda nos encontramos. ¿O me equivoco?
¿Concordia o esperanza?
El Papa Francisco ha pedido concordia para Venezuela. Como la concordia es conformidad y unión, no creo que sea la palabra más acertada para plantear lo que el país necesita, en particular en cuanto a la conformidad. Tampoco creo que la intención del Papa sea que los venezolanos se conformen con lo que tienen. En muchas ocasiones diversas el Papa Francisco ha hecho pronunciamientos más que decididos en favor de un cambio para Venezuela.
Por ello me parece más apropiada la palabra esperanza, que está siendo proclamada por el Cardenal Baltazar Porras. La esperanza es la espera de bienes futuros. Y eso lo que anhelan los venezolanos. Males ya tenemos de sobra y podemos tener más sin el cambio necesario. Y ese cambio, quizá el bien más preciado que podemos esperar, necesita de una actitud de esperanza y, sobre todo, de una lucha de esperanza.
El ascenso de Michelle
Michelle Obama se podría convertir en un fenómeno político que galvanice al partido Demócrata alrededor de una candidatura para derrotar a Donald Trump. Su nivel de rechazo es muy bajo, lo que supone que la capacidad de crecimiento del respaldo político es, por tanto, muy grande. La ex-primera dama de EEUU dejó un buen recuerdo de sus años en la Casa Blanca, y todo el mundo sabe que ella es una figura con peso propio y con gran talento para la política y el servicio público.
Llama la atención que, hasta ahora, Trump ha sido prudente en el trato con Michelle, al tiempo que ella está manifestando críticas cada vez más beligerantes en contra de Trump. Uno imagina que Trump está consciente del peligro electoral que representaría Michelle Obama y no quiere darle municiones. No hay nada seguro en esta compleja materia de la política presidencial, pero las piezas se mueven en el tablero.