Al maestro venezolano: sin cariño, emigrando y con un contrato colectivo de adorno
Con la consigna «sin nada que celebrar», los maestros exigen respeto a la contratación colectiva y denuncian que las aulas se están vaciando por los docentes que deciden emigrar para tener mejores condiciones de vida
Al maestro con cariño, dice una conocida canción. Pero en Venezuela, los maestros venezolanos resumieron su día con una consigna de protesta: «sin nada que celebrar». Desde que comenzó el año escolar 2018-2019 han salido a la calle en diferentes regiones del país para protestar por el incumplimiento de la contratación colectiva firmada para regir 2018 – 2020, ya que sin que arrancara bien el año ya había sido irrespetada por el ministerio de Educación.
Desde octubre están exigiendo que se cumpla el 40% del aumento que correspondía para ese mes, según se acordó en la convención colectiva única, y luego el otro incremento de 60% previsto que debió hacerse efectivo desde enero: los días siguen corriendo y el pago está en veremos.
La razón para el incumplimiento -según argumentan desde el ministerio de Educación- es que el aumento está implícito en lo que cobran los educadores porque fue asumido cuando se hizo la reconversión monetaria en agosto, y por tanto los incrementos decretados por el Ejecutivo desde ese entonces forman parte de la mejora salarial, según explicaron trabajadores del ministerio.
Bajo esta misma lógica también quedaron prácticamente eliminados los pagos por primas de transporte y por ejercicio de profesión docente. El eje salarial del contrato que son el resultado de los acuerdos discutidos en la convención quedó en letra muerta.
Pablo González, docente de bachillerato con 12 años de experiencia, afirma que históricamente las contrataciones colectivas son la referencia de beneficios que obtiene un trabajador «porque proviene de una discusión en la que quienes proponen las mejoras son quienes conocen las condiciones, es decir los profesores. Es un irrespeto creer que las convenciones colectivas pueden quedar por debajo de lo que decreta el presidente y pasar una tabla rasa a la experiencia y al conocimiento que tiene un educador».
Yeili Gómez, maestra de educación básica, califica como «una hipocresía» que desde el discurso, el gobierno diga lo importante que son los maestros para la sociedad pero en la práctica tienen que comprar de su bolsillo hasta los marcadores para escribir en las pizarras. «Tengo diez años trabajando como maestra y no puedo decir que tenga algo que celebrar este día. Siempre es un irrespeto por los sueldos miserables pero ahora ni siquiera respetan la convención colectiva, que se supone es un acuerdo con el mismo gobierno».
Gómez lo ejemplifica con lo que ocurrió en diciembre: «hay como una intención de enfrentar a los mismos trabajadores que hacen vida en la escuela porque cómo se explica que a los empleados obreros y administrativos les pagaron un bono de juguetes y por evaluación, pero a los maestros les depositaron Bs.S 720 de un bono que llamaron el “hallacazo”. Mi quincena en promedio ronda los Bs.S 5.000 y desde diciembre me tenía que alcanzar hasta enero».
El penúltimo día del año, en vez de estar atendiendo las festividades decembrinas, los trabajadores y docentes del ministerio amanecieron frente a la sede de la vicepresidencia de la República para protestar porque ni siquiera recibieron a tiempo el combo navideño.
«Un maestro debe estar concentrado en formarse, en prepararse, en atender a los niños que llegan con miles de necesidades al salón todos los días y sin embargo es humillante tener que protestar por una bolsa de comida para tu familia. Esa es la imagen del trato que le dan a los maestros», dice González.
Mirando hacia afuera
La emigración se está haciendo sentir con más fuerza dentro de las aulas de clase. Datos recopilados por la Unidad Democrática del Sector Educativo (UDSE) registran que 172 mil maestros habían emigrado durante el primer semestre de 2018. Aunque no hay datos oficiales que contrasten esta cifra, el anterior ministro de educación Elías Jaua, solo mencionó el tema en junio del año pasado para asegurar que según los datos de la Zona Educativa, de la nómina de 500 mil maestros solo habían renunciado 2 mil, lo que consideró un número que se mantiene dentro del promedio regular de renuncias.
«Cada vez más los maestros jóvenes deciden irse fuera del país y tienen razón ¿cómo les pides que dediquen su vida a una profesión en la que siempre van a ganar menos que ‘matando tigritos’?», dice González.
La otra emigración es la laboral que enfrentan los docentes que aunque permanecen en el país deben renunciar a sus trabajos porque ni siquiera pueden llegar a sus trabajos. Las protestas encabezadas por los trabajadores de Fe y Alegría, denunciaban que el salario se les hizo insuficiente incluso para pagar el pasaje y la deficiencia de transporte les complica llegar hasta las escuelas que están ubicadas en zonas de difícil acceso. La red Fe y Alegría cuenta con 174 escuelas a nivel nacional, 80 centros de capacitación laboral en los que se enseñan diferentes oficios, 23 emisoras radiales y cinco institutos universitarios.
Ministro, @PsuvAristobulo, ¡oiga el clamor de nuestro personal! La mayoría de los maestros deben caminar largas horas para poder llegar a sus escuelas por falta de transporte. A eso se le suma un salario que no alcanza para nada. #FeyAlegríaExigeSalarioJusto pic.twitter.com/8CPf4TiSeP
— Fe y Alegría (@FeyAlegriaVE) January 14, 2019