El timón, por Laure Nicotra
Hace poco sentí las aguas y el viento del Atlántico y el Caribe. Me quedé casi una hora agarrada de un mecate para guindar hamacas, aferrada con mi vista hacia ese sonido y esa belleza. Quise estar por horas de pie, sintiendo la brisa y el movimiento suave de las olas de ese mar que me transporta a mi geografía, a mi tierra. Pensaba lo que había más allá, hacia lo que parecía infinito, pero no lo es. Después, donde se pierde la mirada está la tierra prometida, la única en la que quiero estar y vivir. Mi Venezuela. Para allá quiero ir y quedarme para siempre. Pase lo que pase, yo quiero estar.
Nunca pensé quedarme lejos por mucho tiempo, no podría, mis sentidos me empujan cada día con más fuerza a querer vivir y sentir lo que es el momento más estelar e importante que transitaremos para encontrar el fin de la agonía, el fin de la usurpación, el fin del oprobio. Vamos hacia allá y no sé cuánto tiempo lleve. Hace poco escribí que renaceríamos, y eso es lo que está pasando. Venezuela renace y no quiero perderme ni un minuto de este acontecimiento tan estelar de nuestra historia.
Ha llegado el momento de abrazar los timones de la libertad y de tomarlos juntos en la dirección que es. Cada uno empuja con fuerza. Hasta los más incrédulos quieren aunque sea poner sus manos allí. Yo quiero poner mi alma y toda mi lucha en ese timón
Quiero empujar junto a los anhelos de cambio que están en la percepción de cada venezolano de bien. Más que querer, es una obligación maravillosa. Un compromiso de los que hemos luchado por estos 20 años, de los que hemos sufrido la más terrible tiranía. Mis fuerzas están dispuestas para ayudar como tantos. Quiero ser una más, como los muchos venezolanos que han entregado su vida. Por los que ya no están y por los que se fueron de la tierra amada a otros lugares del mundo, vale la pena creer, seguir.
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Mi generación, y yo, en particular, ofrezco el mayor respeto y respaldo a los jóvenes que como la generación del 28, impulsaron los cambios para salir del Gomecismo, también para derrocar la dictadura de Pérez Jiménez y en todo ese ínterin esos jóvenes de entonces, jamás dejaron de creer en la lucha por la democracia y cómo construirla. Tengo la mayor fe en esta generación de 2007. A la que acompañamos y ayudamos. Por la que lloramos cada pérdida en manos del horror. Nunca podré olvidar cada lágrima, cada dolor en el pecho de las madres que perdieron a sus hijos y que yo sentí como míos, cada desgarrador sentimiento de los que han sido encarcelados y la lucha y de sus queridos. Es tiempo de renacer junto a ellos. Es tiempo de tomar juntos el timón de la libertad, para que cese la infamia.