Enseñanzas de un proceso, por Luis Manuel Esculpi
Siempre todo proceso en la lucha social y política deja importantes enseñanzas, tanto los aciertos como los errores al ser asimilados, pueden enriquecer la experiencia y ser objeto de valoración importante para los desarrollos futuros.
El proceso reciente resulta bastante ilustrativo en ese sentido, en política el aferrarse a fórmulas inflexibles por muy racionales que parezcan, no necesariamente conducen a los resultados esperados, una cierta dosis de audacia nunca está demás, los cambios históricos suelen estar acompañados de ese ingrediente. El abordar el análisis del entorno social y político despojado de prejuicios es una manera de desmitificar las recetas preconcebidas. Las sentencias definitivas resultan de poca utilidad para descifrar las incógnitas que la vida plantea.
A menudo escuchábamos afirmaciones como «no hay liderazgo en la oposición y es lo que hace falta», o «al régimen le queda mucho tiempo por la oposición que existe»; quienes antes afirmaban tajantemente frases como esas, ahora se adaptan al nuevo cuadro, sin hacer el más mínimo reconocimiento de lo errado de sus pronósticos.
No planteamos la necesidad del reconocimiento autocrítico como una concesión a la vieja práctica comunista, o a los golpes de pecho religiosos, lo hacemos como ejercicio necesario de la honestidad intelectual y en especial por el reconocimiento de las falencias para evitar incurrir de nuevo en ellas. No obstante, todas las formulaciones no han perdido vigencia en la transformación del cuadro político en el presente año, ratificamos una de ellas demostrada en la realidad actual y es la que las coyunturas históricas producen su propio liderazgo.
El debate, afortunadamente superado, asumiendo como un dogma de fe la participación electoral en cualquier condición, o la otra cara de la moneda, la abstención como conducta permanente resultaba tal como fue señalado en su oportunidad un falso dilema. Así como el rol que cumple hoy la Asamblea Nacional, la directiva y en especial su Presidente Juan Guaidó, es posible por haber participado en las elecciones parlamentarias y lograr la obtención de los dos tercios de la Cámara, igualmente la abstención en las elecciones de mayo del año pasado, sin duda alguna, posibilitó las condiciones que caracterizan el cuadro actual, tales como la formidable recuperación de la iniciativa opositora y el acorralamiento del usurpador.
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Las diferencias más hondas en el campo alternativo se venían superando desde mediados del año pasado, que las divergencias no desaparecerán resulta una obviedad, ellas son naturales en el contexto de una alianza como la existente.
El mandado aún no está concluido, el entusiasmo reinante no nos puede enceguecer, falta colocar piezas claves del rompecabezas, aunque él está casi todo armado. Los relatos prematuros de cómo se concibió y preparó todo aun siendo parcialmente ciertos, no parecen ni prudentes ni convenientes, recordemos que el juego no ha terminado. El protagonismo está aún en pleno desarrollo
Es innegable en este tránsito como en todos, existen elementos decisivos e imprevisibles, o es que alguien por mucha lucidez que haya tenido, podía prever el desarrollo exacto de los actuales acontecimientos. Imaginarse por ejemplo que Guaidó después de ser juramentado sería detenido e inmediatamente liberado, o que después del reflujo, escepticismo y desaliento en muy pocos días se modificaría ese marco, produciéndose las más multitudinarias movilizaciones simultáneamente en todo el país conocidas a lo largo de nuestra historia. Pensarlo previamente hubiese requerido de poderes sobrenaturales.
Todo indica que estamos en proximidad de un desenlace, la situación de Maduro parece irrecuperable, sin embargo aún quedan incógnitas por despejar, variables por decidir.
La nueva dirección política en manos de la Asamblea Nacional y su directiva goza de prestigio y ha conducido con acierto. Esperamos continúe actuando con el tino demostrado hasta ahora. Cuenta con el respaldo de la inmensa mayoría donde ha renacido la esperanza