La hora de los hornos, por Américo Martín
Twitter: @AmericoMartin
Me gustaría compartir con ustedes, mis consecuentes lectores, una duda nacida probablemente en la sub-realidad.
¿Por qué diablos el oficialismo se está jugando el pellejo en la tarea “a todo perder” de sabotear la ayuda humanitaria? Desde que el liderazgo democrático la incluyó entre las condiciones para una solución pacífica, constitucional y electoral de la sórdida crisis que nos afecta, no entendí por qué desde Miraflores no le arrancaron el brazo.
Sin costo alguno, sin soltar presos o cambiar el CNE, pudo capitalizar en provecho propio el creativo esfuerzo de Guaidó y sus bravos compañeros y presentarse de cuerpo entero en cadenas interminables exhibiendo sus mostachos a lo Doroteo Arango-Pancho Villa. Claro, la añagaza al fin habría quedado al descubierto, pero para algo hubiese servido el espectáculo.
Ahora la suerte está echada. Los centros de acopio abastecidos en Cúcuta, Curazao, Roraima y otros lugares estratégicos. Y en lugar de colocarse a la ofensiva, el régimen está aislado y contra la pared. Antes de estallar el primer incidente, se había hecho visible una cuarteadura profunda en el dispositivo del PSUV y el llamado Polo Patriótico, y también en la estructura militar y policial.
Un hombre enérgico de armas tomar, Freddy Bernal, ha asumido el rostro agresivo de la respuesta. Puede esperarse que “el cuerpo” lo proporcionen las milicias y en general unidades irregulares capaces de seguir adelante donde vacilen los componentes de la Fuerza Armada.
Quedaría especular acerca del rol de los activistas elenos y faracos colombianos que se encontrarían enraizados en territorio venezolano. Están acostumbrados a desempeñarse en procesos irregulares, disponen de recursos propios y es de suponer que conozcan bien el territorio fronterizo. ¿Y qué decir de los componentes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y de la Policía Nacional? Siendo tan impopular la causa que se obligan a defender, estarán impactados por la solidaridad universal vertida sobre el país, y por los llamados conciliadores de los organizadores de la movilización.
De un conflicto que pone a todos contra su conciencia lo esperable, lo deseable, es que los uniformados venezolanos no disparen contra sus compatriotas ni impidan la marcha de la emergencia humanitaria. Si fuere así, se habría presentado una enorme posibilidad de que no se vierta sangre y en cambio las necesidades médicas y alimentarias de enfermos y desnutridos podrán ser cuando menos paliadas, y probablemente más que eso, debido a que la solidaridad se multiplica por momentos.
Con la incógnita de hasta dónde pudieran comprometerse a actuar los componentes de la Fuerza Armada y la Policía Nacional, no cabe duda que las guerrillas de Colombia serían algo así como los cuerpos-élite de la fuerzas organizadas por el régimen. Militarmente hablando, constituirían un aporte importante que políticamente podría acarrear consecuencias en nada victoriosas.
Mientras más visiblemente operen, más vulnerables serán. El gobierno del presidente Duque está en guerra contra el ELN y los disidentes de las FARC, de modo que las dimensiones del conflicto podrían extenderse hasta lo desconocido. Al agredir la ayuda humanitaria, el madurismo peca dos veces: creó la tragedia e impide que sea superada. Si el desenlace es extremo, todos sufriremos pero este sistema desaparecerá para siempre. Sin dolientes. Sin recuerdos.
Recibo un tuit: A Guaidó no se le escapa una palabra de odio, subraya el autor.
- Excelente generación en lo personal –respondo- y más en su idea del liderazgo. Se proponen reunificar una nación destruida por la aberrante fusión del escarnio y la opresión.