El grito de guerra, por Tulio Ramírez
Según el etnomusicólogo australiano Joseph Jordania, en las etapas tempranas de la evolución de los homínidos, cuando había que enfrentar a depredadores más grandes, corpulentos y rápidos que esos débiles y lentos hombres, surgió de manera espontánea un mecanismo de supervivencia colectiva para mantener cohesionado al grupo y enfrentar el peligro superando los miedos individuales. Se refiere al llamado grito de guerra.
Imagino esos primeros momentos. Van 4 peludos con sus macanas buscando algo de comer y de pronto aparece un tigre dientes de sable. Se miran frente a frente. La bestia, con ojos encendidos, hace gestos claros que indican que va por su almuerzo. Tres de los hombres piensan solo en correr, mientras el otro, con la adrenalina a millón, se enfrenta al animal pegando un grito gutural y amenazando con su rudimentaria arma. Los tres miedosos giran y al unísono acompañan el mismo sonido. El depredador gira y huye. Es muy probable que así haya nacido el primer grito de guerra.
Según los antropólogos, el grito de guerra hace que el grupo entre en un estado de alteración de la conciencia, experimentando un proceso donde no siente miedo ni dolor. En tal condición, puede estar dispuesto inclusive a sacrificar la vida por la causa, sea esta, salvar la aldea, proteger a un niño, un anciano, un familiar o al país. Cuando el grito de guerra es internalizado por el grupo, se entra en una suerte de valentía colectiva que es capaz de superar las condiciones más adversas para obtener el objetivo deseado.
Ha habido gritos de guerra muy famosos. Entre ellos: ¡Dieu le veut! (“Dios lo quiere”) usado por los cruzados franceses; el ¡Tierra y Libertad!, de los seguidores de Zapata durante la revolución mexicana; ¡Banzai!, utilizado por los kamizakes japoneses en la 2da Guerra Mundial; ¡Gerónimo!, de los paracaidistas norteamericanos en la misma guerra; ¡Za Stalina! (“Por Stalin”), arenga de avanzada de los comunistas rusos; ¡Allahu Akbar! («Dios es grande»), utilizado por los guerreros musulmanes y yihadistas. ¡No pasarán!, de los republicanos españoles. En Venezuela el ¡Vuelvan Carajos!, del catire Páez ha sido quizás, el más emblemático de nuestra historia partía.
Sociológicamente los gritos de guerra, tienden a ser muy localizados, identifican un episodio eminentemente bélico, surgen del seno de milicias insurgentes o ejércitos regulares con el objetivo de levantar los ánimos y tener una actitud ganadora en el combate. Cuando se utiliza por los civiles, por lo general es para aupar equipos en situaciones de competencia (el rugido de los Leones del Caracas o la sirena del Magallanes). De Fama mundial son las consignas de las cherrleaders de los equipos de fútbol americano en los Estados Unidos.
Últimamente en nuestro país se ha dado un caso muy curioso. Ha surgido de manera espontánea un grito de guerra que no llama a la guerra, ni siquiera a una competencia por quítame esta pajita. Es un grito que está identificando a más del 83% de la población y se escucha en el mundo entero. Hasta la famosa pianista Gabriela Montero, concertista de fama mundial dio a conocer recientemente una versión en piano. Es un grito que desahoga, da fuerzas y además limpia y purifica el alma de quien lo emite. El 23 de enero pasado, durante la marcha opositora, lo escuché de boca de más de 3 millones de personas. Dicen que lo repitieron más 4 millones en el mundo. Ya ustedes saben cuál es, porque de seguro también lo han gritado. Es aquél que comienza con ¡Madurooo,…….!