Cinco Temas: Caraduras, por Fernando Luis Egaña
Alguna vez el entonces presidente de Venezuela, Luis Herrera Campins, respondió una declaración crítica de su antecesor, llamándolo «caradura». La cosa tuvo resonancia porque no era una insulto sino una constatación, al menos en el tema referido. A la jefatura de la hegemonía roja se le puede decir, en conjunto, que son unos caraduras. Las «explicaciones» que han dado sobre el colapso del Guri y del sistema eléctrico nacional así lo confirman: «ataque cibernético imperialista»… El caradurismo de boinacolorá no es nuevo.
Es una manifestación de la esencia de la hegemonía. Sólo que los cuentos del predecesor solían persuadir a mucha gente, y además estaban rociados de muchos petrodólares
Ahora nadie le cree nada a Maduro y a sus más notorios colaboradores. Pudieran, incluso, estar diciendo algo que fuera cierto, siquiera en parte, y sin embargo nadie les creería. Es razonable que así sea. Veinte años de mentiras continuas terminan pasando factura. Hace tiempo que las facturas se fueron acumulando, pero ya las facturas definitivas están sobre el tapete. Y no hay caradura que pueda convencer de lo contrario.
Guindando, pero…
Sí, está guindando, está tan maduro que más bien se pudre, está a punto de no seguirse sosteniendo. Todo eso se nota en el ambiente. Pero no termina de pasar lo que debería pasar, y en realidad lo que debería de haber pasado hace mucho tiempo. Mientras tanto el pueblo padece atrocidades que parecían impensables. Y esas atrocidades tienen un responsable principal en lo que está guindando, pero que no termina de venirse abajo. Muchos discursos, muchos nombramientos, muchas marchas convencionales, de parte de factores de la oposición política, constituida en gobierno interino, y sin embargo es obvio que falta un empuje final.
Esperemos que sea pronto. Que no tarde mucho. Que Venezuela se libere de este oprobio. Que pueda empezar un proceso de reconstrucción integral. Que pueda ir haciendo realidad un nuevo futuro. Esperemos todo eso y más. Pero todo eso depende de que la hegemonía no siga guindando sino que sea definitivamente superada.
Venezuela exportaba energía eléctrica
Cuando Chávez empezó su primer gobierno, Venezuela exportaba energía eléctrica. Se abastecía plenamente la demanda interna y había un superávit de generación de electricidad. Se exportaba a Colombia y culminaba el proyecto de tendido eléctrico para exportar al norte de Brasil. De entonces para acá, el sistema eléctrico nacional fue depredado. Se gastaron fortunas en el renglón y eso fue a parar a los bolsillos de los boliburgueses y bolichicos.
El daño ha sido irreparable. No sólo desde el tema patrimonial sino en la operación del suministro eléctrico. Y eso que se han ido 4 millones de venezolanos que ya no consumen electricidad nacional. Se trata de un aspecto vital de la tragedia destructiva que asola a Venezuela.
Ojo con los reencauchados…
Ya se ven por ahí, figuras conocidas y hasta emblemáticas de la mega-corrupción de estos tiempos, acompañando a figuras de la oposición en sus actividades internacionales, incluso en reuniones con funcionarios y hasta mandatarios extranjeros. Ojo con eso. No sólo porque se trata de personajes tóxicos que van envenenando todo lo que tocan, sino porque el cambio efectivo no puede soslayar una severa justicia a los depredadores, y mucho menos justificar –siquiera a algunos– con el argumento de que también ayudaron…
Además, si las fortunas que amasaron son consecuencia de la conchupancia con la hegemonía, es razonable suponer que esa conchupancia continúa, a pesar de los pesares, y entonces operan como «quinta columnas» en los círculos opositores. Repito, ojo con eso. No hay mayor corrosivo que tal situación.
Conflictos por doquier
Lo predijo Henry Kissinger: la desintegración del orden mundial y la incapacidad de las potencias para acordar algo nuevo y parecido, traerá como consecuencia la multiplicación de los conflictos particulares, en todos los órdenes de las relaciones internacionales. Y así lo vemos de manera creciente y fragmentada. No se podría alegar que la multiplicación de los conflictos es el nuevo orden mundial. Ello sería una contradicción insalvable. Un orden mundial funciona si logra contener conflictos. No a todos los potenciales, desde luego, pero sí mantener un sistema básico con posibilidades de predictibilidad.
En el mundo de hoy, cuando se habla de la segunda Guerra Fría, esta vez entre EEUU y China, cuando Rusia quiere imponer su dominio en su vecindario, cuando Arabia Saudita e Irán se enfrentan con diversos intermediarios, cuando India y Pakistán bordean la guerra, cuando la Unión Europea anda a la deriva, en fin, cuando el mundo no parece tener un mínimo de racionalidad en sus articulaciones principales, lo que queda es conflicto por doquier. Y en uno de esos conflictos está Venezuela.