La gloria roja del homicida, por Américo Martín
Nadie se atreverá a decir que Venezuela esté repitiendo historias recientes o remotas. Su singularidad viene del predominio de la justicia internacional y la esfera de los DDHH sobre los principios de no intervención y autodeterminación, epifenómenos éstos de la descolonización detonada en la posguerra mundial. La historia no se repite en este cambiante mundo, pero hechos del pasado son modulares.
Imperio es una estructura. Imperialismo es una conducta. Sin embargo, se habla indistintamente de “imperio” e “imperialismo” aunque las ocupaciones imperiales modernas ya no se anexan territorios, con la frecuencia del pasado. Así se justifiquen las intervenciones bélicas de EEUU, suscitan resistencia interna. Se pierden miles de jóvenes incluso en causas legítimas que sientan ajenas. Las nuevas generaciones no se conforman con los recibimientos heroicos regados de papelillos en las grandes avenidas. La ayuda humanitaria a Venezuela es ampliamente respaldada en EEUU y el mundo, pero por eso mismo la causa debe ser informada, mérito que ni el más contumaz adversario de Guaidó y la Asamblea Nacional, podrán negarles.
No hay fácil respuesta a la inquietud que se agita en el corazón de los norteamericanos. ¿Por qué los que prestan la ayuda deban ser los que proporcionan cadáveres a las bolsas negras? Por supuesto que en los conflictos de los últimos años la explicación resulta obvia. Es extremadamente cándida la creencia de que Maduro no haya sido invadido porque no se ha pedido formalmente la aplicación del indicado artículo.
La guerra es un asunto demasiado serio para suponer que dependa de que se invoque o no una norma que ni conocían los afectados. Si ha de estallar lo hará con ese o sin ese artículo, si no, se mantendrá la búsqueda de salidas
Sé que la causa democrática es universal. Aprecio altamente la hermosa solidaridad que se nos está brindando y respaldo la expansión de esa muestra sin par de humanidad. Pero me resulta penoso el argumento de quienes se indignan porque la Asamblea Nacional y Juan Guaidó “no apliquen” el artículo 187 numeral 11. Esperan que, si lo hace, seremos invadidos así en la boca del arma lleven una flor humanitaria.
– Hazlo, Guaidó. Diles que aquí ya nosotros nada podemos hacer.
Cada vez que oigo esa trabazón argumental, me pregunto cómo reaccionaron los oponentes en EEUU al envío de tropas a matar o morir fuera de su país:
– ¿De modo que además de la voluminosa solidaridad mundial, algunos aspiran a que les completemos la faena que, según confiesan ellos mismos, ya no pueden cumplir?
No quiero ser injusto con nadie. Semejante criterio no es mayoritario ni tiene base. Claro que mucho se puede hacer y se está haciendo. Y si por desgracia esto se precipitara al abismo de la violencia generalizada, los venezolanos no buscarían sus libertadores, los parirían, como puntualizara en enero 1959 –según dicen- Rómulo a Fidel. Es más, lo están haciendo, me permito acotar.
Putin pudiera acercarse a Europa a través del Grupo de Contacto ¡Cuánto disfrutaría negociando en Latinoamérica! No extrañe que se muestre pacífico y colaborador a cambio de legitimar su presencia. No le será fácil. Es una economía declinante pese a su poderío militar.
El deterioro del madurismo es imparable. El cambio democrático también lo es. De la gloria roja del homicida habló don Rómulo Gallegos en doña Bárbara. Espero que nadie sea distinguido con ella en la batalla por la libertad de Venezuela