Entre políticos, por Américo Martín
@AmericoMartin
Con su hermosa manera de expresar admiración y reconocimiento a la singular lucha de la oposición venezolana, nuestro fraterno amigo Mario Vargas Llosa resalta su deseo de ayudar a una gran causa ofreciéndola como ejemplo mundial. Mario es uno de los grandes narradores en lengua hispana cualquiera que sea la época considerada. Su vigorosa declaración se propone despertar más aún la conciencia universal frente a una bochornosa tragedia como nunca o casi nunca había padecido la abrumada Venezuela, lo que ya es decir.
La mirada de Mario es también la de un político. Y como tal capta el sentido de la orden emitida por la cúpula del Poder de debilitar a como dé lugar el sólido eje dirigente de la oposición encarnado en el Presidente Guaidó y la Asamblea Nacional, única de las ramas del Poder Público que goza de legalidad debido a su impecable procedencia del sufragio popular, y a la vez de la legitimidad proporcionada por un asaz mayoritario respaldo interno e internacional. Guaidó se afirma en ese granítico cimiento y por tanto encarna el cambio democrático esperado por las mejores consciencias. Romper esa fortaleza es la orden emanada del Poder. Tiene su lógica, pues los rusos también juegan. Lo que no parece tenerla es que siendo tan obvia la apuesta no falten opositores remando en dirección contraria. Sin dosis emocional no se llega lejos, pero peor es lanzarse temerariamente al asalto de lo que sea. Sumar es esencial; restar, al compás de un festival de frases para el bronce y buscando traidores hasta en la sopa, acaba con el movimiento más promisor. Centrándose en ese flanco, urgido de protección, Mario pone su caudal intelectual al servicio de los amantes de la libertad. Estoy seguro que en mucho contribuirá a ajustar rumbos. Con su oportuno pronunciamiento, remueve la nunca adormecida creatividad de un pueblo incansable, para decirlo a la manera de Andrés Eloy Blanco, insuperable Juglar de la Venezuela que no deja de sufrir y soñar.
Me remontaré a Platón, según Emerson el más sabio de los filósofos de la Antigüedad clásica, pese a su maestro Sócrates y a su discípulo Aristóteles. Quizá me mueva a coincidir con el polifacético escritor estadounidense la vocación política del pensador ateniense, la más evidente de sus preocupaciones.
En su Diálogo “El político”, obra de senectud, define dos cualidades todavía hoy infaltables en un auténtico líder. Dicho más con mis palabras que con las suyas (XXIV siglos no es concha de ajo) ellas son: tenacidad para convertir pasiones en partidos y temple para contener excesos pasionales. Ambos son necesarios siempre que gobierne el cerebro, no el corazón. Dejada a su aire, la pasión segrega “maximalismo”, como bilis el hígado. Es imprescindible, pero no para lanzarse a la conquista del cielo bajo pulsiones de hechicería.
Las salidas cruentas podrían estallar. La crisis llega a extremos insoportables, pero el mundo insiste en tantear un cambio pacífico asido, sin argucias, a la Constitución, internacionalmente supervisado y fundadamente fiable. Construir salidas no humillantes no es inédito y podría ser estudiado con cabeza fría. Algunas sugieren la iniciativa noruega y la tenue flexibilización rusa. Noruega goza de prestigio negociador. Su neutralidad tocaría el receloso corazón de Putin. Imposible “negar lo baila´o” por EEUU con su fuerte y continuada solidaridad. No obstante, tal vez Rusia quiera ver en pantalla tantos noruegos como norteamericanos.
Imposible no será, si pronto cambia el poder y reinan con brío la democracia, la libertad y la prosperidad. Precisamente para eso están ahí, unidos, Venezuela, el mundo, Guaidó y la AN.