Con sabor a acíbar, por Américo Martín
Elogia Mario Vargas Llosa a la oposición venezolana por su capacidad de reponerse y volver a la carga. De nuevo está en todas las agendas de modo que líderes del mundo pasan de la solidaridad moral al activismo, ayudando a que Venezuela salga del trance asida a tres banderas: libertad, democracia, prosperidad.
Había retomado la marcha el 5 de enero del presente año cuando fue respetado el pacto de renovación de la Asamblea Nacional, conforme al cual la presidencia le tocaría a Voluntad Popular. Juan Guaidó, figura joven del liderazgo emergente, asumió el cargo con aplomo, serenidad y mano tendida, desmintiendo el rumor de que los firmantes del pacto se las ingeniarían para no dejarlo pasar.
Obvia la reacción madurista. Ordenó infructuosamente destruir la solidez mundial de Juan Guaidó y de la Asamblea Nacional. La impopularidad del socialismo del siglo XXI es abismal. Tomemos la más reciente encuesta (mayo 2019) de Datanálisis. Maduro es evaluado negativamente por 84,5%. Retiene un 10.1, que no ha mucho alcanzaba el 20 y luego el 15. De cinco en fondo es la regresión. Adicionalmente, 95% considera que el país va mal o muy mal. Imposible ignorar que el descontento es universal: 82% rechaza la Asamblea Constituyente
Con su escaso 10.1 Maduro es ampliamente superado por Guaidó (¡56.7%!) López (48.8) Machado (36.7) Capriles (27.8) y Falcón (19.4).
Aunque a la luz de esos números la unidad no sería necesaria en función de un cambio democrático, creo y mucho en la urgencia de fortalecerla. No es simple asunto de números sino de construir una fuerza considerable alrededor de líderes de rico caudal. Las diferencias son parte de la unidad plural, única digna de ese nombre. Aprender a manejarlas no es asignatura nueva en Venezuela.
Permítanme citar ahora a Narciso López, un venezolano-cubano cuya ejecutoria histórica extrae ejemplos válidos de la tradicional relación entre dos países fuertemente enfrentados, al tiempo que curiosamente conectados.
El artículo 1 de la Constitución de Cuba elaborada en 1851 por este bravo hombre de acción, dice: «Cesa (…) la autoridad de la Corona de España en Cuba, y ésta se constituye en República libre e independiente (…)».
López luchó por la independencia de Cuba recibiendo nacionalidad y reconocimiento. La bandera de la Isla, con su estrella solitaria, fue obra suya. Pero en su país de origen había simpatizado con la monarquía. De modo que con su viraje de 180 grados dio lugar a una lección política al demostrar que los actores suelen protagonizar cambios considerables, lo que hace aconsejable aplicar políticas inteligentes para el tratamiento de sus contradicciones. Es cuestión de ponderarlas con cabeza fría.
Fidel Castro solía extraviarse en especulaciones constitucionales. En “La Historia me absolverá” se empujó a sí mismo a seguir el juego, si bien trucándolo. La Ley Fundamental de 1959, dictada por su socialismo con sabor a palma o más bien a acíbar, fue por el contrario un instrumento engañoso destinado a fundar un totalitarismo sin precedentes en una región ya pródiga en dictaduras. Comenzó derogando normas emblemáticas de la Constitución de 1940.
- Art 29 Todo el que se encuentre preso o detenido sin las garantías previstas en la Constitución y las Leyes será puesto en libertad mediante un sumarísimo procedimiento de habeas corpus.
- Art 175 Se instituye la carrera judicial. El ingreso se hará mediante juicios de oposición…
Abolidos el habeas corpus y la independencia judicial, la justicia, el derecho y la libertad murieron de rebote.
Una bola de nudillos (knuckle ball) divorciada del plato. Así de torcida resultó aquella revolución.