La historia detrás de cada comedor, por Roberto Patiño
La violencia y la vulneración de derechos alimenticios en contra de los venezolanos por parte del régimen dictatorial que encabeza Nicolás Maduro han sido reconocidas en informes de Michel Bachelet de la ONU y de organizaciones como la FAO.
El informe de la Alta Comisionada señala las violaciones de los derechos de alimentación y salud como factores principales de la migración masiva actual. La FAO afirma que, en la situación de gravísima crisis económica del país, los porcentajes de personas malnutridas se han triplicado en 4 años: de 3,6 % en 2013 a 11,7 % en 2017 (casi 3,7 millones de venezolanos).
Ubica a Venezuela entre los 10 países del mundo con “alto riesgo” de surgimiento de una emergencia o un deterioro significativo de la situación actual de su seguridad alimentaria y la agricultura, con efectos potencialmente severos en la población
Los efectos de esta crisis humanitaria se resienten en toda la geografía del país e impactan en la vida de cada uno de nosotros.
La tragedia del hambre en Venezuela está compuesta de miles de historias de hambre y de violencia, pero también de resiliencia y perseverancia. Historias que muestran las catastróficas circunstancias en las que el actual régimen ha puesto a los venezolanos y al país, pero también las formas en que los mismos venezolanos responden ante la tragedia.
Esta realidad la hemos vivido en nuestra experiencia con Alimenta la Solidaridad, en comunidades en el municipio Libertador, Miranda, en Vargas. Táchira, Anzoátegui. Distintas poblaciones que, a lo largo y ancho de la nación, enfrentan la misma tragedia.
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En Lechería, uno de nuestros comedores está establecido en una comunidad de pescadores en la que todos sus habitantes se han articulado en torno a este esfuerzo. Participan activamente desde cada una de sus distintas capacidades para dar alivio al problema del acceso alimentos que afecta al conjunto de su grupo social.
De esta forma, los pescadores de la comunidad destinan parte de los insumos obtenidos en su trabajo para el comedor, generando condiciones que permitan la sostenibilidad del emprendimiento. Esto se suma a la tarea de las madres que participan en el funcionamiento y organización de las tareas de preparación de comidas y reconocimiento de las familias y miembros de la comunidad más vulnerables. Y al trabajo de voluntarios y el apoyo de organizaciones que, en nuestro caso, aportan también con actividades de capacitación, monitoreo de salud, y logística.
Esta historia se replica en los distintos comedores, en los que vecinos acondicionan espacios públicos, escuelas e incluso casas y hogares propios para establecer cocinas y lugares para que coman los niños. En los que líderes locales logran acuerdos para replicar la experiencia en distintas comunidades. O pequeños y medianos comerciantes se involucran para llevar insumos y asegurar el mantenimiento de las actividades del programa.
También, con venezolanos que, desde la diáspora, contribuyen desde otras tierras para apoyar a sus connacionales con donaciones y aportes
Cada comedor es una nueva historia de solidaridad y de construcción inclusiva de una nueva convivencia. Una historia que señala vías posibles para la superación de la crisis y el logro efectivo de un futuro mejor.
Coordinador de Movimiento Mi Convive y Alimenta La Solidaridad
Coordinador de Voluntarios por Venezuela
Miembro de Primero Justicia
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