Trump avanza en solitario, por Gregorio Salazar
Si en su restallante letanía Trump, Bolton y Abrahams han sostenido que “todas las opciones están sobre la mesa”, tras la operación que dinamitó la mesa del diálogo Oslo-Barbados queda claro que la aplicación de ese abanico de medidas, cualquiera que sea la que se escoja, se hará incluso prescindiendo de la opinión de sus aliados nacionales.
Es bien sabido que Estados Unidos está contra toda negociación con Maduro, en quien sólo ve la intención de ganar tiempo como en otras oportunidades, pero sorprendió que adoptara tan drásticas medidas, dando un pretexto perfecto para el retiro oficialista del diálogo, mientras en el plano interno Guaidó y el mayoritario sector opositor que encabeza no había renunciado a proseguirlo, tanto que sus negociadores ya habían viajado para la cita prevista esta semana en Barbados.
Trump ha decidido unilateralmente la medida excepcional del congelamiento total de bienes, dinero y transacciones de Venezuela en EEUU y las sanciones para todo aquel que ose negociar con la dictadura. Medida con muy pocos antecedentes y la primera en 30 años, con las que ha dejado colgado del cuello de la revolución un inmenso cartel de leprosa, que ya de hecho lo era en varios sentidos
Guaidó ha respaldado la medida. No tiene, ciertamente, otra. Y se cubre las espaldas culpando al oficialismo de haberse retirado de la mesa. En verdad cuesta pensar que Trump y su equipo no imaginaran que el apretón de tuerca que le estaban dando a sus sanciones acabaría con la mesa de Barbados. Era el objetivo.
En estas notas lo hemos dicho más de una vez. Cerrarse al diálogo no es un lujo que pueda darse una oposición democrática, más si es el expreso pedimento de la comunidad internacional, dentro y fuera de América Latina, que solidariamente la respalda. Lamentablemente, en los casi tres meses que duró este nuevo amago no se puede exhibir ningún género de frutos que se considere un avance en la búsqueda de salidas pacíficas a la crisis.
Y no nos referimos a las decisiones centrales en lo electoral que formarían parte de un acuerdo, sino a que es evidente, por ejemplo, que la más reciente aproximación entre gobierno y oposición no permeó en lo más mínimo el duro clima de confrontación interna. No sirvió siquiera para que, al vicepresidente de la AN, Edgar Zambrano, dejaran de violársele sus derechos y lo mantuvieran recluido en condiciones inhumanas de aislamiento, trance por el cual no pasaron los militares felones del 4F y el 27 N, hoy dispuestos a quedarse en el poder para siempre.
La retórica feroz que se emplea desde ambos bandos tampoco tuvo una tregua, nadie quiere dar señales de debilidad a sus parciales, pero eso también ha significado prolongar el estado de crispación permanente en que mantiene a la población la confrontación, el lenguaje canibalesco y las grandes penurias en las que se devuelve la vida doméstica de los venezolanos y que con certeza se agudizarán ahora.
En materia de la ruta electoral, Cabello, que no necesita sanciones ni tener la mesa de negociaciones a mano para partirla de un mazazo, mantuvo una y otra vez la posición del régimen: elecciones en el 2020 y sólo de la Asamblea Nacional. Nada distinto a lo que prevé la Constitución. Sólo que adelantarlas, como planteaban Maduro y Cabello, implica castigar al único poder legítimo acortándole el mandato sin ser el Legislativo el causante de esta horrenda crisis. Nunca, por lo demás, se produjo el regreso del oficialismo a la AN.
Trump escoge su ruta en solitario y sus designios, ya lo ha demostrado, son inescrutables, marchan a despecho de la oposición que encabeza Guaidó y a la de otros actores internacionales que lo respaldan y piden salida electoral. Ahora concentra sobre él todas las expectativas. ¿Qué persigue? ¿Un diálogo en condiciones más estrictas o un final de desalojo por las malas?
Por lo pronto sus medidas le han permitido al actor más frontal del régimen responder en el tono que más le gusta: “guerra es guerra”, y, más allá de otras fanfarronadas, ese es el mensaje amenazador que ha dirigido contra los dirigentes de la oposición. Veremos si eso incluye a Juan Guaidó. La crisis vive, la lucha sigue.