A propósito de una última nota, por Luis Manuel Esculpi
Llego a visitar al amigo, los rigores del tratamiento requerido para aliviar su enfermedad no han disminuido su entusiasmo, ni la lucidez, tampoco su extraordinario sentido del humor.
Me recibe sentado en su silla de ruedas, nos saludamos afectuosamente mientras pone a un lado la gigantesca lupa imprescindible para leer y un libro de tapa dura azul, para comentar:
-Estoy leyendo a Cicerón, no el de José Vicente…afirma con un dejo de sorna mientras asoma una sonrisa…continúa inmediatamente señalando…
-Son unos textos magníficos del verdadero Cicerón sobre la vejez y la amistad…compre dos libros, le voy a enviar uno a Teodoro…ese comentario le sirvió de pie para reflexionar sobre la vida
-Hay que asumir la vejez, como una etapa normal de la vida, así como la infancia, la adolescencia y la adultez.
Hace ya más de tres años, evoco el inicio de esa conversación cuando visité a Pompeyo Márquez en su apartamento de Cumbres de Curumo, tal como si hubiese sucedido hace pocos días, de esos encuentros conservo una fotografía, había adoptado por costumbre en ese tiempo, dejar testimonio de los visitantes que lo frecuentaban.
Siempre me ha asombrado la serenidad y la lucidez con la que algunos compañeros , mayores que yo casi dos décadas, asumen la proximidad del final de su existencia. Compañeros en el compromiso militante, en la evolución del pensamiento, rompiendo con los viejos dogmas, defendiendo la democracia, enfrentando el autoritarismo y el militarismo. Todos ellos tienen esos rasgos comunes en sus vidas además de la aguda inteligencia, una indiscutible probidad y la fidelidad a los principios.
Estos recuerdos y reflexiones surgen a propósito de un emotivo, conmovedor y hermoso artículo de Héctor Silva Michelena, titulado Antes del Fin, al igual que las memorias de Ernesto Sabato.
Tip para no ofender a nadie por redes sociales, por Reuben Morales
Con el brillante economista autor de «El pensamiento económico venezolano en el siglo XX», así como numerosos libros de economía y poesía, no he tenido la misma proximidad y el privilegio de estrechos vínculos amistosos, que mantuve o he mantenido con otros de sus compañeros y amigos, muchos ausentes, otros aún presentes y activos. Sin embargo, siempre consideré y respeté al intelectual , su reconocida trayectoria y la constancia de una vida comprometida con los cambios.
Solo una personalidad de esas características puede escribir lo que modestamente denominó «última nota», texto que constituye un verdadero manifiesto a modo de despedida, donde afirma: «Pensaba en la gratitud, en la amistad como sentimiento puro y desinteresado ¡Qué lejos está de mi la frase de Violeta: » Gracias a la vida, que me ha dado tanto»!
Prosigue el poeta: «He amado las tardes con sus nubes de colores y sus largas cabelleras, húmedas de besos».
Escribe antes de la despedida: «Los dolores me abruman, más puedo recordar mis momentos de alegrías. Por ello he vivido, y por ellos voy a recorrer el trecho que me queda»
Deseamos sinceramente que no sea la «última nota» y que en el «trecho» faltando por recorrer, pueda evocarse conscientemente las alegrías de la existencia. Héctor Silva es un venezolano ejemplar, una figura emblemática de esa generación que deja una gran impronta en el país – la de los años veinte y treinta del siglo XX – integradas por personalidades destacadas en distintas esferas de la ciencia y la cultura, asociados a la lucha social y política.
La generaciones posteriores tenemos mucho que aprender de su entrega, desprendimiento, sensibilidad y entereza para asumir la existencia con sus altos y sus bajos, sus logros y dificultades, sus grandezas y penurias , así es como son los compromisos de la vida.
Quisimos testimoniar con estas líneas nuestro sencillo reconocimiento y sincera admiración, el respeto por la trayectoria del profesor, el intelectual y el militante por la justicia social, la democracia y el progreso que ha sido Héctor Silva Michelena.