El síndrome de Oslo, por Eduardo López Sandoval
Suecia y Noruega versus Venezuela y Colombia. No es de fútbol el enfrentamiento que se propone. Se agrupan los europeos, por una parte, y por la otra los dos países indoamericanos, todo para hacer un intento por entender la invalidez de esta exrepública.
Venezuela y Colombia se parecen. Por lo de indoamericanos y subdesarrollados; son espacios del mundo con representación suficiente de la etnia del indio, además, y esto es bien particular, en estos países ha tenido importante presencia la guerrilla armada como propuesta política, (vale este paréntesis, presencia de la guerrilla como en Cuba, sólo que en Colombia no han tenido más que parciales éxitos con esta fracasada propuesta comunista), por ahora; al contrario, en los otros dos, Cuba y Venezuela, la propuesta comunista se hace con el Poder.
El éxito de esta propuesta se mide proporcionalmente hoy con el hambre de su población, la de Cuba y Venezuela. Además, Colombia y Venezuela se parecen en que sus muchachas son bonitas y bailan joropo, y comen queso llanero
Suecia y Noruega se parecen. Por lo europeo y desarrollados, y por democráticos.
(Estos ingredientes tan disímiles: Colombia y su guerrilla, Oslo, Suecia, Venezuela y su hambre, y Cuba y sus fusilados, y el queso llanero, el Llano, las muchachas bonitas y su joropo, están en la mesa de la cocina política para hacer un sancocho típico de los Llanos Colombovenezolanos. Estás invitado. Pasa y siéntate).
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En su momento nos preguntamos en estas páginas acerca del diálogo del Gobierno venezolano y la llamada oposición, con estas palabras: “…en esta retahíla de preguntas nos surge una interrogante grande, como si no tuviéramos preguntas gigantescas, ¿estos señores de Noruega que sirven en bandeja de plata la negociación, no fueron los mismos que dieron en bandeja de oro a Juan Manuel Santos el premio Nobel de la Paz, contratos petroleros tercermundistas mediante?” La respuesta es no, no son los mismos, pero es como si lo fueran. De Noruega salió el Premio Nobel de la Paz otorgado al presidente Santos por el “logro” de la paz en Colombia y la extinción de la guerrilla en su país, hoy vemos que la paz no es tal y la guerrilla “anda vivita y colendo”, -como decimos en estos llanos.
En Derecho Administrativo hay un evento que se denomina, Reconsideración del Acto Administrativo, donde un ciudadano puede solicitar ante el ente administrativo que dictó el Acto que lo reconsidere, para que éste deje de tener efectos, por ejemplo, que Santos no pueda seguir llamándose Premio Nobel de la Paz y que devuelva los dólares del premio. Preguntamos desde esta orilla izquierda del río Guárico: ¿Pudiera el expresidente colombiano, ante la evidencia de la mentira de las razones por las cuales le otorgaron el premio, armarse de entrega, valor, dignidad y “Boluntad” –no decimos groserías–, y devolver el premio? Lo dudo. No aplica la Reconsideración…
Del Síndrome de Estocolmo se dijo: En un pequeño pueblo del Llano con pretensiones de ciudad, con una docena de miles de habitantes que votan, sin periódico, con sólo una emisora de radio, y un periodista: que es el narrador de las noticias. Tin, tirín, tintín, antes de cada noticia, como introducción, hace sonar algún instrumento como de lata, de bronce, o de vidrio. Tin, tirín. En este caso, que especialmente entre amigos les revelo, luego del tin introductorio, de manera intensamente expresiva, el locutor presentó la noticia:
-¡¡Esto es el coolmoooo…!!
Ocurrió inmediatamente un breve y perceptible momento de silencio, un ronroneo de la garganta, hurr, hurr: interrupción que claramente indicaba que el locutor se había equivocado.
Luego comenzó de nuevo, – se sobreentendió que con la misma noticia –, con la claridad de la voz que avisaba que ahora sí lo decía bien:
– De Estocolmo, tin, tirín, tintín, el recién premiado Nobel de la Paz, el estadounidense… -y continuó la narración de la noticia que era de un tono más que estándar, además de internacional –que no requería presentarse con el expresivo ramalazo inicial. Parece que el locutor creyó que hablaba de una nota con alguna local información, que quizás trataba del disfuncionamiento de algún servicio público, que se ganara la expresión: ¡Esto es el colmo!
De esa manera clandestina y jocosa entró en la campesina mente de aquel muchacho pueblerino la palabra Estocolmo, y la curiosidad por conocer los significados y alcances de aquel extraño vocablo. Curiosidad que se vio satisfecha cuando temprano descubrió que Estocolmo es la capital de un lejano país llamado Suecia, ya en el bachillerato se enteró que allí se había creado el premio Nobel, que se pronuncia “nobél”, que se entrega en diciembre a las personas que en ese año hayan hecho trabajos científicos sobresalientes, o inventos que hayan hecho contribuciones importantes en favor de la humanidad. Este premio se instituyó como voluntad post mortem de un señor que se llamó Alfred Nobel, que fue entre otras cosas inventor de la dinamita.
¿De allí también es oriunda la Enfermedad de Estocolmo? El Síndrome de Estocolmo es, -y echamos manos a Wikipedia-, un estado psicológico en el que la víctima del secuestro desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador; en el peor de los casos los secuestrados terminan por ayudar a los captores a alcanzar sus fines, en cualquier caso, los secuestrados que sufren el síndrome se sienten afines a las ideas de los secuestradores, por disparatadas que estas ideas sean. Los delincuentes secuestran nuestros pensamientos.
El Síndrome de Oslo, que es la enfermedad de la que hablamos HOY, porque es la enfermedad que padece Venezuela HOY, la definimos con una premisa: Venezuela es un país secuestrado, las conversaciones con el Secuestrador deben fundarse en las condiciones que pide para entregar al rehén y las posibilidades que el Secuestrado pueda cumplir, y las garantías de ambos cumplimientos, la Libertad y la Condiciones, Mediador de por medio…
La redacción debiera ser: El Síndrome de Oslo es un estado psicológico social en el que la población víctima del secuestro desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador y con el mediador que actúan en el alargar el rescate hasta el fin de los tiempos; en el peor de los casos los secuestrados terminan por ayudar a los captores a alcanzar sus fines porque los representantes de la población secuestrada son favorecidos por el Gobierno, contratos petroleros tercermundistas mediante. En estos casos la enfermedad no se cura hasta tanto no se organicen y se levanten contra el Gobierno y la Oposición que dice representarlos. El rescate no ocurre hasta tanto no nace una nueva Oposición, porque al quitar el Gobierno los rescatistas deben dejar a “alguien” en el poder.
Esto es el colmo.