El PSUV y la juventud estafada, por Gregorio Salazar
No se puede negar que la marcha para celebrar los once años de la juventud del PSUV cumplió sus objetivos propagandísticos, a pesar de la notoria ausencia de los hijos y nietos de los capitostes de la revolución, ese exclusivo grupito que muy tempranamente voló como en alfombra mágica hacia la diáspora dorada, puesto a buen resguardo de la obra pulverizadora de Venezuela, con efectos continentales, que llevan adelante sus padres y abuelos.
Para esos privilegiados vástagos radicados en Australia, México, Europa, Rusia o cualquier otro lugar donde la vida no sea un imposible como aquí no son las universidades estranguladas por presupuestos deliberadamente menguados e instalaciones ruinosas, sin transporte, sin docentes, sin comedores, con bibliotecas desactualizadas y a merced del hampa común y de la ideologizada. Como no lo son las noches inseguras ni el ambiente retrógrado, de asfixiante decadencia que va envolviendo las ciudades de Venezuela.
Para hijos y nietos de la cúpula corrompida que se ha adueñado de Venezuela y obstruye obstinadamente toda posible salida de la catástrofe no son las escuelas de techos desvencijados y baños putrefactos, ni las salidas de la casa sin desayuno y los almuerzos de yuca sola, ni el ausentismo de maestros que cansados de pasar hambre un buen día decidieron escapar de este infierno.
Tiene que ser motivo de alborozo para los que han conducido a Venezuela a una de las horas más tristes y dolorosas de su historia oír decir a un joven venezolano enfundado en su franela roja que “el PSUV ha resultado ser el partido más democrático, que desde la base ha devuelto la esperanza y los sueños a la juventud venezolana”
El desfile por ante los micrófonos de VTV de esos en apariencia felices y exultantes muchachos, empleados públicos en su mayoría o “favorecidos” por los mendrugos de la Chamba Juvenil, debe ser motivo de gran satisfacción para el Ministro de Información. Claro está: cómo no considerar un éxito de sus ejecutorias que esos jóvenes regurgiten enteritas las imágenes que les inocula la disociadora propaganda oficial: un país irreal donde aumenta la producción petrolera, florece la educación y hay alimentación, salud, deporte y bienestar para todos.
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Asimismo, los voceros de esa juventud que respaldan a quienes han estafado a las últimas generaciones se autoglorifican como “fuerza productiva, fuerza laboral, fuerza creadora, fuerza profesional especializada”. Lástima que nada de eso tenga concreción en la realidad ni deje frutos tangibles en una Venezuela que sigue hundiéndose en un desastre económico y social no visto en estas latitudes.
La otra parte de la puesta en escena son los improperios a las posiciones de los gobiernos de Estados Unidos y Colombia por sus denuncias sobre la deriva antidemocrática del régimen venezolano y a las penurias en las que mantiene a la población. Ese es el centro de los reclamos. Esas son las consignas que soslayan o distraen la atención de las verdaderas calamidades que enfrentan los jóvenes venezolanos.
Este lunes 16 de septiembre es el regreso a clases. Los padres y representantes del alumnado de los 29 mil colegios de Venezuela, agrupados en Fenasopadres, unidos a maestros y profesores están llamando a una protesta nacional por la infame e intolerable situación en la que se va a producir esa vuelta a las aulas.
Son los venezolanos que con denodados esfuerzos están defendiendo el futuro. Gente que sigue luchando y no se rinde. Uno sí, de sincera admiración por ellos.