Sobre héroes y hartazgos, por Gustavo J. Villasmil-Prieto
“Nuestra patria ha venido viviendo de la gloria de sus muertos
Mario Briceño-Yragorri
A falta de una épica mostrable y decente -al fin y al cabo, surgieron de la conjunción de militares felones y comunistas derrotados – el chavismo ha apelado desde siempre al imago patriotero provisto, entre otras, por la muy lamentable “Venezuela heroica” de Eduardo Blanco. Un bodrio publicado en 1881 del que quizás lo único literariamente rescatable sean las líneas con las que lo prologó mi admirado José Martí.
A quienes como únicas victorias recientes solo pueden exhibir las logradas sobre muchachos armados con piedras y escudos de cartón en las calles de Caracas en 2014, solo les queda exprimir el sudor de los lanceros de Páez en las Queseras del Medio cuando no el seguir cobrando hasta sus últimos réditos del gesto de aquella bravía infantería descalza que se batió a 3 mil metros en Ayacucho contra las tropas españolas y que frente a las mismas calara bayoneta en los decisivos campos de Boyacá y de Carabobo.
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Porque más allá de aquellos hechos, su única contabilidad citable es la de cuartelazos y felonías – últimamente de divisas y activos en el exterior– en más de 200 años de infección militarista en Venezuela.
Camino a mi hospital – ese doloroso gólgota en pos del cual cargan con sus cruces tantos venezolanos enfermos –recorro calles y autopistas cimbradas de vallas publicitarias desplegadas por los publicistas del régimen. Fotografías de floridos araguaneyes y de briosos caballos blancos como pegasos destacan junto a letreros que anuncian una pretendida “Venezuela heroica” en la, sin embargo, no se vacuna a sus niños ni se aseguran ni tan siquiera las dosis completas de penicilina – esencial antibiótico disponible en nuestros país desde 1942– a quien las necesite.
Patriotería bobalicona para consumo de masas embrutecidas a fuerza de hambre, de vergajazos y de controles sociales. Necedad de necedades que no pone ni el agua ni la luz y que no protege al desvalido en medio de su desamparo. Consignas pazguatas que nada significan para quien vive la angustia de tener al hijo enfermo con un salario de apenas dos dólares al día
Derrotado en lo político y asediado en lo económico, en lo diplomático y en lo militar, el chavismo echa mano a lo último que le queda: el descolorido discurso de la “patria”. Y como colofón, ¡voilá!: la infaltable consigna antiyanqui que ningún comunista latinoamericano que se precie de serlo puede dejar de lanzar. Porque si de injerencismos se tratara, más valdría haber puesto “no + Castro”, “no + Putin” o “no + Xi Jinping”. Pero no: aquí el “tomate” es contra los rubios del Norte y de así no reafirmarlo, el evangelio comunista latinoamericano se quedaría sin homilía.
Pero hay más: si miramos, como las pancartas de marras lo mandan, a los “hechos de verdad”, tendríamos que encarar a un país del que para 2020 habrán emigrado casi 8 millones de sus habitantes y cuya economía cayó en 70% en los últimos seis años. Un país en el que la única “libertad” parece ser la de elegir cuál cola se hará por la mañana y cuál por la tarde y en el que sus jóvenes profesionales no tienen más sueño que el de una visa para no volver; una Venezuela en la que la única paz es la de los cementerios y en la que cualquier conflicto lo acaba el régimen a tiro limpio, como ocurrió apenas hace unos días en la manifestación de maestros plantada frente a la sede del MPP para la Educación.
Finalmente, y si la cosa es contra pretendidos “bloqueos”, bueno sería recordar que durante sus años dorados el chavismo recogió, sin restricción alguna, más de un millón de millones de dólares derivados de lo que no fue sino un verdadero tratado de libre comercio ¡con Estados Unidos de América! en materia petrolera. Pero pese a tanta evidencia en contra, no espere nadie que el régimen diga cosa distinta. Como lo afirmó en su día Ludwig von Mises, si algún rasgo distingue al “neurótico autoengaño” comunista es el de la doble función del discurso: y es que el mismo argumento, por un lado, les consuela ante sus propios fracasos proveyéndoles de absoluciones “a la medida” – en nuestro caso, el “bloqueo”, la “injerencia”, “Trump, etc”- mientras que por el otro les ofrece una ruta a seguir en procura de pretendidos éxitos futuros a los que nunca se les pone fecha. No tiene pérdida, pues: siempre que se trate de encarar el juicio de la historia, los comunistas lo mismo se pagarán que se darán el vuelo.
La reciente edición de la Encuesta Nacional de Hospitales lo ha reiterado: en los hospitales venezolanos, el “no hay” llegó para quedarse. Y si no estamos peor es porque algo de la esperada ayuda humanitaria terminó llegándonos pese a los pataleos del chavismo y la jaquetonería de los comisarios que tiene designados en cada hospital público venezolano.
Pero ningún país o sanidad pública puede depender indefinidamente de donaciones y caridades. Venezuela y su devastada sanidad pública necesitan avanzar hacia su reconstrucción y para ello es indispensable dejar atrás la larga noche que se nos viniera encima con la llegada de Hugo Chávez al poder hace 20 años. Será entonces cuando toque enfrentar el formidable desafío de levantar a un país destruido desde sus cimientos
Será ése el día en que tengamos que hacer gala del más grande heroísmo; un heroísmo que dejará a Mucuritas, a Matasiete y a Urica al nivel de un campamento vacacional para niños y a Pantano de Vargas, La Puerta y El Yagual al de una “caimanera” de futbolito en la cancha del barrio: ése será el día en que sabremos de qué estamos hechos. Por ahora, al menos hagan caso de lo que bien escribiera el gran Mario Briceño-Yragorri hacen tantos años: dejen ya de vivir de nuestros insignes muertos. Los venezolanos estamos hartos de todos ellos. De todos.
Referencias:
Briceño-Yragorri, M. El caballo de Ledesma. En: Obras Selectas (ed.1966), EDIME, Madrid, p. 401.
Von Mises, L (ed.2011) Liberalismo. Unión Editorial, Madrid, p. 43.
Martí, J. Palabras de José Martí. En: Blanco, E (ed.1970) Venezuela heroica. Distribuidora Discolar, Caracas, pp. 5 y 6.