Sí, ¡soy maestro!, por Rafael A. Sanabria M.
Siéntete orgulloso Educador, alza siempre tu voz porque eres el ser humano donde vibran las resonancias de la vivencia popular, en toda su integridad, para asignarle sensibilidad, comprensión y equidad a tu acción en el aula y alentar el liderazgo en tu comunidad. Eres lo contrario a la infertilidad y lo desértico de la vida humana, para ayudarla en sus flaquezas por ásperas que éstas sean en el horizonte de tu vida. Eres lo inverso al egoísmo y la ruindad, ajeno a la corrupción en todos sus tipos. Constituyes una bandera de la restitución moral, abnegación y elevada ética personal. Eres la antítesis de la ineptitud y el falso orgullo, eres cauce y antorcha, guía y conducción, estímulo y orientación, lucha y mensaje. ¿Qué sería de un país que no contara con tu beneficiosa acción? ¿Qué sería, a su vez de un educador a quien no se le reconociesen sus ganados créditos?
Conocer, aunque sea parcialmente, la vida y obra de los educadores en distintos momentos del devenir histórico, forma parte de la valoración del proceso de nuestra propia identidad como país, en donde el educador ha cumplido una obra ininterrumpida, silenciosa y llena de fe en sus recursos humanos.
La irreverencia del maestro no es de ahora, nos las ha legado el gran maestro de la humanidad Simón Rodríguez, cuando a finales del siglo XVIII se opuso rotundamente contra al régimen colonial, no estaba de acuerdo con el modelo educativo que imperaba. Le hizo críticas pertinentes y bien fundadas reflexiones sobre los efectos que vician la escuela de primeras letras de Caracas y medio de lograr su reforma para un nuevo establecimiento (1794). Como siempre, el maestro no es escuchado y tuvo que irse de Venezuela.
Maestro es crecer y volver sobre lo caído. Ave fénix de piel grácil. Maestro es denunciar el maltrato y lo mancillado. Es ser Patria y Universo. Fuego eterno de la palestra.
Adelante educadores, arquitectos de la patria, con este duro bregar no merecido, se está escribiendo una canción abrigo de esperanza y sueños soñados. Nunca retengamos la alegría y declinemos en el atrevimiento. Somos risa, canto y libertad. ¡Ánimo!
El educador no exige una tabla con una cantidad exagerada, para silenciarlo por un rato. Con su lucha el docente enseña e inculca el valor del respeto a la contratación colectiva, a conquistas alcanzadas en otros momentos, que no han sido actualizadas a nuestra realidad monetaria, pretendiendo ser ignoradas. ¿Acaso se quiere que los educadores, nosotros también, mostremos nuestra faz irreverente? ¿Es envileciendo las muy justas solicitudes y el diálogo, la única manera de ser oídos? Por qué las autoridades –que han sido docentes– se vuelven en contra de sus propias raíces, raíces de educadores y de venezolanos. Se pagan subsidios ridículos porque “no se han dado cuenta” que la moneda le han quitado muchos ceros.
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Para finalizar comparto con un ustedes una obra de Josefina de La Cruz de Balbo, insigne educadora natural de Carúpano y quien se asentó en Aragua, en su época luchó arduamente por las reivindicaciones del magisterio de ayer y que a través de la palabra llevó su mensaje irreverente cuando algo le creaba inconformidad. He aquí su poema, para que sirva de estímulo al magisterio de hoy.
Ser Maestro
Quiero hacer un canto puro
con matices de alborada
para decir la proeza del soldado de la paz.
Para ventura yo soy maestra
para hacer mi propio verso
y vaciar en sus estrofas
un fulgor de intensidad.
Para el canto del maestro
la escuela es un pentagrama
y los niños son las notas
que el tiempo acumula en él.
Para el canto del maestro
las trompetas de la fama
van diciendo en cada pueblo
lo mucho de su valer.
El maestro es un espejo
para el alma de sus niños,
ser maestro es ser ungido
por un hálito de Dios
por las cálidas llanuras
y en las cumbres empinadas
ser maestro es darlo todo
con la lluvia o con el sol.
El maestro en cada escuela
ve la antorcha de su gloria,
el maestro en cada niño
ve su propio corazón
cuando sufren, cuando lloran,
va clavando sus angustias
en la rosa de su amor.
Con su estrella de ideales
ya camina hacia la escuela,
va cargando vino nuevo
para el rito de su altar.
Piensa que el tiempo es la espada
para su afán de guerrero,
y el niño es un libro abierto
con signos que descifrar. . .
Prosigamos por las rutas
con la chispa redentora
de una patria que se agita
con el dardo del sufrir,
y veremos complacidos
que en futuro no lejano
nuestras voces insinuantes
llenarán el porvenir. . .