La ruta circular, por Simón García
A diez meses del extraordinario inicio del liderazgo que cambió el estado de ánimo de la mayoría y colocó a la ofensiva a las fuerzas de la reconquista democrática, es oportuno evaluar resultados. El balance, desde mi perspectiva, es perturbador.
Una mirada alta sobre la trayectoria seguida desde la cachetada que el 23 de enero estalló contundente en el sorprendido rostro del confiscador del poder, permitiría captar que hemos llegado……al mismo punto del cual partimos.
La apreciación es automáticamente rechazada porque es incómodo reconocer que hemos andado en círculos sobre un territorio con altos y bajos. Ahora debemos inventar otro itinerario para vestir al rey antes que termine en bochornoso estrep-tease.
No reaccionemos prohibiendo la reflexión crítica sobre los pasos dados, desterrando los análisis sobre las causas del extravío político y defendiendo por lealtad burocrática una política que es un balón detenido muy lejos del arco. Es necesario rehacer el juego manteniendo a sus conductores y cambiando la estrategia.
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La decisión es coherente porque la fuente del liderazgo principal es la Asamblea Nacional, en tanto que única institución legítima para abrogarse la representación de la voluntad nacional. La raíz de los errores es de naturaleza colectiva y política, aunque comprometan especialmente a los dirigentes de los principales partidos con presencia en la AN.
El defecto de la política no reside en Guaidó, sino en una estrategia que muestra dos protuberantes hinchazones por diseño y por ejecución amateur. Ambas deficiencias son obstáculos a los avances y muralla que detiene los logros.
En tales circunstancias, lo peor es pretender moralizar el movimiento encendiendo fuego de éxitos artificiales.
El desafío inaplazable consiste en modificar y recrear una ruta que ya no se corresponde ni con los objetivos posibles de cambio, ni con la relación de fuerzas, ni con la posición de la comunidad internacional, aspectos claves para vencer las resistencias al restablecimiento de la democracia y asumir pluralmente la reconstrucción del país que quede después de la gran destrucción que ocasiona el actual modelo económico institucional.
La ruta de los tres objetivos fue la propuesta de un camino a seguir. Esa ruta se basaba en contar con acertada presión interna, amenazas creíbles desde el exterior y acción de fuerzas pertenecientes al bloque dominante dentro de un cálculo de desenlace rápido. Nada de eso ocurrió y apenas si pudimos arañar la coraza del cese a la usurpación.
La falta de logros de esa ruta obliga, al menos, a cambiar el orden de los pasos y a concentrar la estrategia sobre los eventos electorales que el 2020. El descontento creciente de la población y la reducción del apoyo social al régimen no son suficientes para abrir un proceso de transición ordenada.
Es importante que las dos fuerzas que se pararon de Barbados retornen a la negociación y reabsorban el acuerdo corto de la casa amarilla para exigir su cumplimiento.
Las correcciones en ampliación de alianzas, discurso hacia el campo adversario e instituciones como la Fuerza Armada, concertación de las decisiones con autonomía nacional, aceptación de acuerdos parciales paliativos de la emergencia social y reconquista progresiva de derechos confiscados debe ser la base para relanzar una estrategia de entendimiento pacífico en torno a un nuevo esquema de gobernabilidad plural y no hegemónica.
La gente no quiere rendir su esperanza. La pelota está en el campo de los dirigentes de la oposición, partidista y social,