Lecciones desde el altiplano, por Gregorio Salazar
Tanto fue él cántaro de Evo a la fuente, tanta fue la falta de cuido y tantos puntapiés le dio hasta que se le descuajó ante sus incrédulos ojos. Creía que su tinaja estaba hecha de peltre, de piedra, de hierro colado, no de la humilde tierra que es decir de la misma materia con la que está hecha la Pachamama que tanto manosea y manosea políticamente.
No se cansó de abusar el “hermano Evo”. Alargó y alargó su permanencia en el poder con las mismas argucias “constitucionales” y demás yerbas que se han utilizado reiteradamente en Venezuela, pero al final ha terminado exacerbando el repudio de más de la mitad de su país, blanco, indio y mestizo que no está dispuesto a soportar un atropello más.
Evo Morales ha salido abruptamente del poder y deja tras de sí un país dividido y enfrentado que va buscando a tientas la forma de recuperar su institucionalidad, sus libertades y la convivencia democrática, tarea que no será nada fácil pero tampoco imposible.
Será laborioso porque, entre otras razones, el propio Evo se interpone en ese transcendental objetivo con los anuncios que hace desde su cómodo exilio entre mimos de sus camaradas aztecas: “vuelvo si me lo piden”. Y, por supuesto, no quiere regresar para montar un puesto de venta de salteñas, pasteles de yucas y buñuelos bolivianos en Cochabamba. Quiere el poder, otra vez el poder, todo el poder.
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¿Y para qué, Evo? ¿Para pretender prolongar un reinado que ya más de la mitad del pueblo boliviano no quiere? ¿No fue acaso por evitar una segunda vuelta que a todas luces perderías que interrumpiste los cómputos electorales para darle una voltereta favorable a tu afán perpetuador? Te alzabas con el poder de manera tramposa y arbitraria. Luego, fuiste tú y tu chambelán García Linera quienes dieron el golpe de estado, muy contrariamente a la ladina victimización con la que quieren presentarte ante el mundo.
Evo tenía todo el escenario servido. Un organismo electoral elegido y controlado por él. Las dos cámaras del parlamento con mayoría calificada. Los recursos del estado manejado como su propio peculio.
Crucial fue que con todo y ello la oposición no se amilanara y decidiera enfrentarlo en los comicios. Sin eso jamás hubieran tenido la base de apoyo y el punto de arrancada para desenmascararlo y aventarlo constitucionalmente del poder.
Tenía todas las ventajas, pero también grandes cuentas pendientes. La primera y principal un fraude cometido varios años antes al burlar con recovecos jurídicos la decisión refrendaría, nada menos, del pueblo de no aprobar la reelección indefinida.
Y la factura tardó, pero llegó. Como en su momento, tal vez más temprano de lo que imaginamos, llegará a estos predios. Demostrado está que todo tiene un límite, sobre todo cuando el abuso del poder se ejerce con tan burdo y sin igual descaro. ¿De dónde imaginaba Evo que podía secuestrar impunemente unos escrutinios para reanudarlos diciendo: “¡No va más! ¡Ya les volví a ganar!”? Fue una imitación de lo ocurrido aquí cuando anularon una convocatoria para el referéndum revocatorio porque recibirían un revolcón de pronóstico reservado. Y fin de fiesta.
De Morales al menos se puede decir que no enloqueció como los de aquí, que no agarró un mazo para expropiar, invadir, perseguir y apabullar a la empresa privada. Y que tampoco fue tan inepto como para destruir las públicas. Que no fue tan menso para creer en el mismo comunismo infantil de Chávez, las rancias recetas cubanas, que ha hundido en la miseria a uno de los países con mayor potencial económico del mundo. Algo hizo por los suyos y qué risible, por no decir ridículo, resulta que los jerarcas de la satrapía de aquí se hagan lenguas de los logros económicos y sociales de Morales cuando eso mismo deja el desnudo el desastre sin medida que ellos han creado en Venezuela. Ineptos y corruptos de dimensiones galácticas.
La película de Bolivia no concluye. El objetivo de Morales y sus aliados cubanos y venezolanos en reeditar allá el formato de lo que se vivió en Venezuela el 11-A. A ver si lograr reparar el cántaro con pega loca. Y en eso andan.
Pero la mayoría de los bolivianos aprendió que el régimen de libertades es incompatible con el nefasto socialismo del siglo XXI. Ya basta de desgracias e iniquidades.