Violencia en la escuela y centros educativos., por Gisela Ortega
En la mayoría de los países, los niños pasan más tiempo bajo el cuidado de los adultos en centros educativos que en ningún otro sitio, además de sus casas. Las escuelas desempeñan una importante función en la protección de los chicos contra la barbarie. Los que trabajan en estos institutos y los supervisores tienen el deber de proporcionar un ambiente de seguridad para los niños e impulsar su dignidad y desarrollo.
En muchos casos las instituciones exponen a los niños a la violencia e incluso pueden enseñarles a usarla. La percepción pública de la crueldad en los colegios se ha visto influida por la atención de los medios de comunicación hacia incidentes extremos en los que se han producido tiroteos y secuestros de estudiantes. Sin embargo, es menos probable que en sus casas o en otros espacios de su comunidad.
El despotismo perpetrado por profesores u otros trabajadores de las escuelas, con o sin la explícita o tácita aprobación de los ministerios de educación y otras autoridades que supervisan los colegios, puede revestir la forma de castigos corporales, psicológicos, crueles, humillantes, sexuales o motivados por el género y acoso entre compañeros. Las sanciones corporales, tales como las palizas, los golpes con vara son práctica habitual en las instituciones de numerosos países.
La Convención sobre los Derechos del Niño exige a los Estados partes que tomen las medidas apropiadas para garantizar que en las escuelas la disciplina se administre de modo acorde con la Convención. La Iniciativa Global para Acabar con todo Castigo Corporal hacia Niños, y Niñas señala que 102 países han prohibido el castigo físico en la escuela, pero el cumplimiento de esa norma es desigual.
La violencia en las escuelas también se produce en forma de peleas y acoso entre estudiantes. En algunas sociedades el comportamiento agresivo, incluidas las riñas, se percibe como un problema menor de disciplina. El asedio entre compañeros a menudo está ligado a la discriminación entre estudiantes de familias pobres -o de grupos marginados por su etnia, o que tienen características personales especiales, por ejemplo, su aspecto o alguna discapacidad física o mental. –
El hostigamiento entre compañeros suele ser verbal, pero a veces se produce violencia física. Las escuelas se ven afectadas también por los sucesos que tienen lugar en la comunidad en general, como la presencia de bandas y de actividades delictivas relacionadas con ellas, especialmente las que tienen que ver con las drogas.
De acuerdo al informe de de la violencia contra los niños de las Naciones Unidas, millones de infantes, pasan considerables periodos de su vida, bajo el control y la supervisión de autoridades de atención social o de sistemas judiciales y en instituciones como orfanatos, hogares para niños, centros de acogida, calabozo, cárceles, centros de detención de menores y reformatorios. Estos chiquillos están expuestos a la violencia del personal y autoridades del centro que son responsables de su bienestar.
En la mayor parte de los países el castigo corporal en las instituciones no está prohibido de manera explícita. El hacinamiento y las condiciones miserables, la estigmatización social, la discriminación, así como la deficiente capacitación del personal aumentan el riesgo de violencia. Con frecuencia no hay medios efectivos de presentar reclamaciones, ni mecanismos de seguimiento e inspección, ni reglamentación y supervisión apropiadas por parte de los gobiernos.
A los agresores no se les exigen responsabilidades, con lo que se crea una cultura de impunidad y tolerancia de la violencia contra los niños. Las consecuencias del confinamiento van más allá de la propia experiencia del maltrato que tienen los niños. Algunas de las consecuencias a largo plazo son los retrasos graves de desarrollo, la discapacidad, los daños psicológicos graves y el aumento de la tasa de suicidios, axial como la residencia.
Aunque el Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos y la Convención de los Derechos del Niño lo prohíben, algunos países aún castigan con la pena de muerte ciertos delitos cometidos por menores de 18 años. Y en la actualidad, señala el informe-, al menos 31 naciones, el castigo corporal está permitido como condena por delitos cometidos por niños, lo que puede incluir palizas con vara, flagelación, lapidación o amputación.
Con frecuencia, los niños que están detenidos sufren tratos brutales por parte del personal, a veces como una forma de control o pena, muchas veces por infracciones menores. Al menos en 77 países el castigo corporal está reconocido como medidas disciplinarias legales en las instituciones penitenciarias.
A los adolescentes a veces le propinan palizas, azotes con varas, los inmovilizan de forma dolorosa y los someten a tratos humillantes, como por ejemplo desnudarlos y flagelarlos con varas delante de otros detenidos. En los centros de detención sufren especial peligro de sufrir maltrato físico y sexual, principalmente cuando los supervisores son varones.
De acuerdo con la Convención de los Derechos del Niño, la legislación nacional de la mayoría de los países exige que los niños en conflicto con la ley, estén en dependencias separadas con el objeto de prevenir los malos tratos y la explotación por parte de los adultos. Sin embargo, en muchos países es habitual que los niños permanezcan arrestados junto con los adultos.