¡Indiferencia!, por Rafael Viloria
“Estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia a un objeto determinado”
Desde que el hijo de Josué el carpintero de Galilea fuera vendida por 30 dinares de plata, se conoce la corrupción. Desde allí, ella se ha convertido en un flagelo que solo puede ser comparado con el cáncer. Igual azota a pobres que a ricos, a blancos que a negros. No existe ciencia humana que haya descubierto, creado y aplicado antídoto que por lo menos contenga tal calamidad; aunque no la cure. Todo proceso tiene una génesis que solemos identificar como la causa, de ella se derivan todos los efectos y consecuencias buenos o malos.
Antes se hablaba de la corrupción de cuello blanco, ”definición racista por cierto”. Flagelo al fin. Calamidad incontrolable porque al igual que los ríos que perdieron sus cauces por la deforestación salvaje (donde por cierto está presente la corrupción) sedimenta la capacidad de desplazamiento de sus corrientes y termina inundando y llevándose a su paso lo que por ella se encuentra. En ese sentido ahora se habla de la corrupción a todos los niveles, dejó de ser de cuello blanco, vestido de gala, corbata, zapato de marca, perfume con olor a lavanda. Ahora eso ya no importa. Igual da si el traje es pantalón y franela, alpargata, uniforme, etc.etc. Asombrosamente una desviación ética y moral, se transformó en una cultura, en una conducta habitual.
¿Dónde se origina este flagelo? La génesis de la corrupción se origina en comportamientos que no constituyen precisamente una referencia de decoro ético y moral, que pueda ser proclive a la emulación. Algún poeta dijo: es muy difícil que una garza blanca vuele por encima del pantano y no se le chispeen las alas
Uno de los grandes problemas que conlleva la corrupción es que ella no es solitaria; huérfana. A ella se adhieren cuales sanguijuelas toda clase de insectos rastreros o voladores, acuáticos o terrestres. Termina la corrupción siendo al igual que el cáncer, inmune a tratamiento alguno.
No hay diferencia entre un drogadicto irrecuperable y un corrupto. Cuando más consume, más desea. Ello sin importarle las consecuencias que de ella se deriven en lo social económico y político. En especial de las clases más desposeídas.
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Las Cárceles repletas. Increscendo día a día su población carcelaria; que paradójicamente, a pesar de que la corrupción es tan evidente incremento también, no forma parte de esa población carcelaria de hombres y mujeres, en edades promedio de 18 a 30 años. Todo ello producto de esa descomposición social, que tiene su origen en los viveros de la miseria, el hambre, el desempleo, la pérdida de valores y principios. Nuestros jóvenes en constante genocidio parecido a los campos de concentración nazis.
Una cosa es cierta: la corrupción está claramente identificada, ubicada. Al efecto se impone necesariamente organizar una “gran cruzada nacional”- Pueblo y Estado (sin sentimientos sectarios) que organizadamente ataque el flagelo en su raíz misma. En su genesis. Que históricamente ha imperado en nuestra patria. Atacar las causas que la originan. Atacar el efecto, es como pensar que con una aspirina podemos curar un dolor de cabeza, cuyo origen es una ulcera gástrica crónica. Podremos contar con los mejores cuerpos policiales, judiciales, militares; con las más modernas armas, los mejores conocimientos en el ejército policial y de investigación, moderna y amplias cárceles. De nada valdrán, si no se ataca la “genesis” del “flagelo”. La Corrupción debe ser tratada como un problema de Pueblo y Estado. El primero porque resulta ser la parte profunda e integralmente afectada.
Hay que erradicar la indiferencia frente al flagelo existente. Lo contrario, seria caminar hacia nuestra propia destrucción social, económica y política.
También el Libertador Simón Bolívar; sintió los embates de la corrupción.”…Al efecto el 12 de enero de 1824, decretó la pena de muerte a los funcionarios que tomasen para su uso personal los dineros de la nación. Más claro no puede ser el mensaje.
Expresidente de Ceconave