Infancia sin Navidad ni futuro, por Stalin González
Diciembre llega a Venezuela, pero la atmósfera festiva que tradicionalmente acompaña a este mes se ve ensombrecida por una dura realidad, como consecuencia de las profundas carencias que asolan al país. Y en el corazón de esta crisis, los niños venezolanos personifican la vulnerabilidad y la desolación. No se trata solo de la ausencia de regalos o de la tradicional figura del Niño Jesús, va mucho más allá, abarcando las necesidades básicas para una vida digna y un desarrollo pleno.
Las cifras, frías e implacables, revelan una situación alarmante. Entre enero y agosto de 2022, según el informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), 8.199 niños menores de cinco años fueron diagnosticados con desnutrición aguda.
Esta estadística no es simplemente un número, representa a miles de pequeños cuyos cuerpos sufren las consecuencias de la falta de alimentos, comprometiendo su crecimiento y su salud a largo plazo. Esta desnutrición infantil es un síntoma inequívoco de la profunda crisis humanitaria que vive el país.
Pero la problemática no se limita a la alimentación. Unicef estima que 3,8 millones de niños en Venezuela requirieron asistencia humanitaria en 2024. Esta cifra abarca desde el acceso a alimentos y atención médica hasta la protección contra la violencia y la explotación. Solo basta con recorrer las calles de Caracas para observar un escenario desgarrador, donde grupos de hasta 20 niños buscan subsistir realizando malabares o limpiando vidrios de vehículos en los semáforos, a cambio de unos pocos bolívares que apenas alcanzan para paliar el hambre. Esta realidad expone a los niños a múltiples peligros, incluyendo la explotación laboral, la delincuencia y la violencia.
El sistema educativo también se ha visto severamente afectado por la crisis. El estudio «Sistema educativo», de Calatrava y López (2023), revela que casi un tercio de los once millones de niños y jóvenes en edad escolar (de 0 a 18 años) están excluidos del sistema educativo. Esto significa que millones de niños ven truncado su derecho a la educación, lo que limita sus oportunidades futuras y perpetúa el ciclo de pobreza. A este alarmante dato se suma el hecho de que más de 1,5 millones de jóvenes no se inscribieron en el año escolar 2022-2023, profundizando aún más la brecha educativa. La pérdida de una cuarta parte de los educadores formados en Venezuela, debido a la migración y el abandono de la profesión, debilita la calidad de la educación que reciben los niños.
Además, la crisis ha generado una ola migratoria sin precedentes, obligando a millones de familias a abandonar el país en busca de mejores horizontes. En este éxodo, millones de niños, niñas y adolescentes se han visto forzados a dejar su hogar y su entorno, muchas veces en condiciones precarias y poniendo en riesgo su integridad física y emocional. Esta migración forzada les genera traumas profundos y los expone a situaciones de vulnerabilidad en los países de acogida.
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No existen bonitas navidades cuando millones de infantes padecen necesidades básicas. Es clave que el Estado priorice la protección y el bienestar de los niños, garantizando su acceso a alimentos, atención médica, educación y un entorno seguro que les permita desarrollar todo su potencial.
Iván Stalin González es político, abogado y dirigente nacional del partido Un Nuevo Tiempo
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