Inflación, distorsiones y deuda: radiografía de una economía «de supervivencia»
Sin cifras oficiales de inflación desde 2024, los venezolanos viven con precios que suben más rápido que sus ingresos, mientras se multiplican deudas y pagos a plazos. El economista Aarón Olmos advierte que el país ha regresado a una lógica de supervivencia: los hogares priorizan solo lo básico y ya no hay salario que alcance
La imagen de una ama de casa que solo compra lo imprescindible porque la plata no alcanza, reseñada por la agencia AFP, resume buena parte del presente económico venezolano. Mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta para el país una inflación de 548% en 2025 y 629% en 2026, y otros economistas hablan de escenarios por encima de 800%, la administración de Nicolás Maduro no publica datos oficiales de inflación desde octubre de 2024. En la calle, el dato que manda es otro: cuánto sube el precio de la compra cada semana.
En una entrevista en el programa «Noche D», transmitido por las plataformas digitales de TalCual, Olmos afirmó que en Venezuela «no hay salario bueno» porque los precios siguen creciendo a gran velocidad. La variación del tipo de cambio oficial entre enero y noviembre ronda el 340%, mientras la liquidez monetaria anualizada se ubica alrededor de 180%. Esas dos variables, dijo, destruyen cualquier capacidad de ingreso real.
Inflación sin cifras oficiales, pero muy visible
Aunque el Banco Central de Venezuela no publica el índice de inflación desde hace más de un año, distintos cálculos extraoficiales hablan de aumentos que podrían situarse entre 200% y 300% anual. El Fondo Monetario Internacional proyecta 548% en 2025 y 629% en 2026, mientras algunos economistas citados por AFP plantean escenarios superiores al 800%.
Olmos recordó que varias firmas privadas estimaron inflaciones de tres dígitos en los meses previos y que, aun sin cifras oficiales, los consumidores perciben variaciones interdiarias en los precios. «Dependiendo del rubro, el cambio puede ser diario o semanal», apuntó.
Según Olmos, un elemento clave del deterioro económico ha sido la caída en el monto y la efectividad de las intervenciones cambiarias del Banco Central. Van más de 66 en lo que va de año, pero cada vez con menos dólares en la mesa. Esto crea una «demanda insatisfecha de divisas» que empuja al alza del precio oficial y del paralelo.
A ello se suma la reducción del ingreso petrolero. El economista recordó que en 2022 el petróleo venezolano subió de 56 y 58 dólares a casi 100 por un evento externo —la guerra en Ucrania—, lo que generó un flujo temporal de divisas y el relato de que «Venezuela se arregló». «Nada más lejos de la realidad», dijo. Hoy el país vende crudo con descuentos y recibe menos ingresos netos, incluso por debajo de 40 dólares en algunos cargamentos, una situación que reduce la capacidad de contener el tipo de cambio.
Hogares atrapados entre lo urgente y lo importante
El estudio de consumo de Atenas Grupo Consultor, presentado en el mismo programa una noche antes, indica que cerca de 30% del gasto se va en alimentos y 20% en transporte: la mitad del ingreso familiar está comprometida en comer y moverse. El resto se reparte entre servicios básicos, educación, salud y conectividad.
«Los venezolanos viven en modo subsistencia. Se prioriza lo básico y queda poco espacio para otras actividades», afirmó Olmos. Recordó que muchas familias deben decidir si esta semana se compra comida, la siguiente se atiende un problema de salud y la siguiente se resuelve una reparación mínima en el hogar. «No hay capacidad para atender varios problemas a la vez.»
El panorama se agrava con los datos de Cáritas de Venezuela: 29,5% de los niños evaluados presentan desnutrición y 18% de embarazadas están en riesgo nutricional, con estados como Portuguesa, Zulia, Bolívar y Falcón en niveles de emergencia. Para Olmos, eso demuestra que el problema de ingresos es estructural y golpea sobre todo a las comunidades más vulnerables.
Deudas, pagos a plazos y poca capacidad de crédito
Aunque algunos bancos comenzaron a aumentar los límites de las tarjetas de crédito, los montos siguen siendo muy bajos y en bolívares, lo que los hace insuficientes. «Si antes no alcanzaba ni para un café, ahora por lo menos alcanza para algunos productos básicos, pero se evapora rápido», dijo.
El vacío que dejó el crédito bancario fue ocupado por las aplicaciones de compras a plazos, que permiten pagar alimentos, ropa o productos para el hogar en cuotas. Estas plataformas han expandido su presencia en el país y mantienen niveles de morosidad por debajo del 3%.
Sin embargo, Olmos alertó sobre el riesgo de sobreendeudarse: «Hay personas con tres perfiles en la misma aplicación y otros dos en plataformas distintas. Eso es insostenible». Insistió en que los hogares deben usar estas herramientas de forma planificada.
¿Cómo protegerse?
El economista sostuvo que no existen soluciones uniformes, pero sí algunas recomendaciones:
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Buscar ingresos adicionales, especialmente a través de trabajos remotos o pequeños servicios digitales.
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Comparar precios y comprar al mayor para abaratar costos.
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Usar de manera diferenciada tarjetas de crédito, dólares, bolívares y aplicaciones de cuota, según el caso.
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Mantener redes comunitarias de apoyo, que ya resurgieron como en los años más duros de la crisis.
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Planificar el gasto con claridad entre lo urgente y lo postergable.
Aun así, insistió en que ninguna estrategia es suficiente sin una política económica coherente: «Hace falta coordinación, producir más y contener el alza del tipo de cambio. Mientras eso no ocurra, los venezolanos seguirán atrapados en una economía que no permite más que sobrevivir».
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*El periodismo en Venezuela se ejerce en un entorno hostil para la prensa con decenas de instrumentos jurídicos dispuestos para el castigo de la palabra, especialmente las leyes «contra el odio», «contra el fascismo» y «contra el bloqueo». Este contenido fue escrito tomando en consideración las amenazas y límites que, en consecuencia, se han impuesto a la divulgación de informaciones desde dentro del país.





