Inflación, salarios y la izquierda trasnochada, por Enrique Ochoa Antich
Twitter: @eochoa_antich
Los venezolanos padecemos, qué duda cabe, la más honda crisis económica de nuestra historia, de la guerra federal a esta parte, es decir, ¡en 170 años! Pero quienes criticamos la catástrofe actual (incluyendo a quienes se confrontan a ella desde el gobierno para procurar domesticarla) no debemos olvidar que, como expusimos largamente en escrito reciente, todo se inició con la devastación, literal devastación, mucho mayor que la del puntofijismo en su etapa postrera 1973-1998, provocada por el estatismo, el populismo, el extrativismo y el rentismo, sazonados con caudillismo, autoritarismo, centralismo y militarismo, de los 14 años de Chávez (menos si votaron por él), antes de criticar tanto lo que está tratando de hacer Maduro II, de modo insuficiente, de modo episódico, tal vez, pero en la dirección correcta.
Por ejemplo, es absurdo criticar con desparpajo las Zonas Económicas Especiales (sobre ellas hablaremos en un futuro artículo) como si ellas fuesen un deseo y no una necesidad, necesidad habida cuenta del desastre dejado por Chávez II y III y por Maduro I (igual que como el plan económico de CAP II era una necesidad –quizá mal implementado, sin confeccionar los consensos sociales y políticos requeridos, pero una necesidad– habida cuenta del desastre dejado por CAP I, Herrera y Lusinchi; y esto no lo estoy diciendo hoy: lo escribí en un librito muy regular de 1989-1992, Los golpes de Febrero: del 27F al 4F).
En estos días es usual escuchar, con indignación más que justificada, el reclamo de vastos sectores sociales a causa de la patética condición salarial que padecen. No obstante, algunos sectores políticos e intelectuales, uno no sabe si por demagogia o sólo por supina ignorancia, derivan de allí consignas que apuntan a la exigencia de un aumento salarial lineal y administrativo, por no hablar de aquella prédica estrafalaria que basándose en la letra de la Constitución, propone llevar el salario mínimo al valor de la canasta alimentaria.
Claro, parece justo, ¿no? Pero eso es confundir la moral, incluso la ética, con el rudo oficio de la economía, esa ciencia de la escasez: puesto que los recursos nunca son suficientes, hay que economizarlos. Y en haciéndolo, más aún en un contexto de devastación económica como el nuestro, incluso con sentido de justicia social, ello implicará costos sociales inevadibles.
Ese discurso que clama por aumentos administrativos y lineales, es prueba de cómo no se comprende nada de lo que está pasando con la economía, aquí y ahora. Consignas y prédicas como las referidas son en todo contrarias a los intereses de los trabajadores. Lo peor de todo es que ya lo vivimos, y hace muy, muy poco tiempo: pelee usted por subir los salarios, logre su aumento nominal, luego subirá la inflación, los precios subirán por el ascensor y los salarios por la escalera, por lo tanto el salario real será al final menor, en una espiral inflacionaria que nunca ganan los trabajadores y que convierte en «sal y agua» sus conquistas. Eran los tiempos cuando, cada vez que se producían aumentos salariales por resolución administrativa, los venezolanos nos llevábamos las manos a la cabeza, pues ya sabíamos que a ellos seguirían incrementos en los precios aún mayores.
*Lea también: Zonas Económicas Especiales, por Juan D. Villa Romero
Como suele decirse, los precios suben por el ascensor y los salarios por la escalera.
-¡Contrólese los precios!, exclaman algunos, con impecable «lógica».
Muy bien. El resultado será acaparamiento, desabastecimiento, cierre de empresas, pérdida de empleo, mercado negro, etc., etc.
-¡Castíguese a los acaparadores!, ¡Persígaseles!, ¡Un policía por negocio!, dice el trasnochado izquierdista radical, imbuido de su patético pensamiento elemental.
De allí a la confiscación de empresas, a la huida de capital (las 10.000 industrias -¡de 12.000!- que huyeron del país entre 1999 y 2013), a la estatización y quiebra de empresas por el Estado (las 1.000 que estatizó Chávez), no hay sino un paso. Rumbo a toda vela al mar de la felicidad del caótico y empobrecedor comunismo cubano.
Flaco servicio para los trabajadores. La causa más popular no es subir los salarios sino bajar la inflación, como dice el Teodoro de 1996-1997 con lucidez envidiable en un video que ha circulado profusamente por las redes. Así habla Teodoro:
“Tenemos 10 años de inflación alta en Venezuela. No hay un fenómeno más perverso, que golpee más duro a los pobres, que la inflación. Entonces yo no encuentro que haya nada con un sentido popular, con un sesgo social más profundo, que tumbar la inflación en Venezuela. Cualquiera de estos trasnochados que uno ve por ahí, estos restos que quedan, los náufragos de la izquierda, puede decirte:
«No, pero lo que hay que hacer es cambiar la sociedad». Ah, bueno. Ok. Perfecto. Ahora, mientras cambiamos la sociedad, ¿qué hacemos con la inflación? El punto es que, efectivamente, lo que tiene que ver con la macroeconomía es puro sentido común. Si en ese campo son cosas que los neoliberales dicen: tienes un déficit muy grande y tienes que reducirlo… eso es para mí sentido común. Podría ser sentido común marxista, liberal, keynesiano, lo que tú quieras. Pero en fin de cuentas tú no te puedes continuamente arropar más allá de lo que te da la cobija. Tú no puedes tener un déficit indefinidamente que no puedas financiar porque lo que haces es crear inflación.»
Las medidas que se están adoptando por parte de Maduro II persiguen abatir la inflación, e, insisto, no hay causa más popular que ésa. Para lograrlo hay que disminuir a cero el colosal déficit fiscal que dejó Chávez (de 3 puntos del PIB en 2007, 5 puntos en 2008, 9 puntos en 2009 y ¡20 puntos! en 2012) y que Maduro I no pudo o no supo corregir, como ahora está haciendo o intentando hacer. Eso implica bajar el ya menguado gasto público, lo que supondrá algún sacrificio social para todos, pero no queda más remedio si no queremos que la situación siga agravándose año tras año.
Pero digámoslo como es: Usted puede bajar el salario nominal (la cantidad de bolívares que recibe) y, si baja la inflación, a la vez mejorar el salario real (la capacidad adquisitiva).
El año pasado la inflación fue de 250 % (y ya era menor que la del año antepasado) y este año la anualizada de julio fue de 50 %, gracias a medidas de ajuste macroeconómico como las que suelen criticarse. Según parece, ya no somos el país con la inflación más alta del mundo: por encima nuestro están Zimbabue y Argentina. Eso significaría que el salario real de los venezolanos se ha recuperado en 66,66 %. Así me lo explica mi amigo Ricardo Ríos que es matemático:
«Veamos, con 250% de inflación se pasa de 1000 a 2500 lo que representa 25 salarios de 100.
Con 50% se pasa de 1000 a 1500 lo que representa 15 salarios de 100.
Entonces con 25 salarios pago 1500 más 1000, o sea que me compro un producto más 2/3 ( 1000 es dos tercios de 1500). Entonces adquieres 2/3 más por la misma cantidad de salarios. Eso es un incremento del 66,66% de tu capacidad adquisitiva».
Esto es lo logrado por Maduro de 2021 a 2022. Y es la primera vez que ocurre en 20 años. ¿Se puede estar en desacuerdo con eso? ¿Se puede no apoyar esa política?
¿Que Maduro impone sus políticas por métodos autoritarios?, es cierto. Otra herencia de Chávez, por cierto. Un Plan Antinflacionario debe consensuarse entre todos: gobierno y oposición, trabajadores y empresarios, etc. Pero es un plan necesario.
Las políticas para abatir la inflación deben ser apoyadas, incluyendo aquellas salariales. Se trata de la principal causa popular. Es lo que conviene a los trabajadores: como dijimos, si se cumple la expectativa que todos, hasta en la oposición, admiten, y baja la inflación de 250 a 50, el salario real del trabajador, que es el que cuenta, se habrá recuperado en 66,66 %. Será aún insuficiente, sin duda, dramáticamente insuficiente, y los sectores populares deben mantenerse en pie de lucha, en particular en cuanto a la discusión de contratos colectivos se refiere. Pero será un inicio.
Luego todo dependerá ya no sólo de abatir la inflación sino de lograr el desarrollo impetuoso de nuestras fuerzas productivas (que también forma parte de la lucha antinflacionaria), para lo que requerimos el concurso masivo del capital privado internacional y nacional. ¡Cuánto ayudaría a tales efectos, presidente Maduro, un gobierno de amplitud, de Unidad Nacional! Mire usted a Petro y siga su ejemplo.
Enrique Ochoa Antich es un político y escritor. Fue miembro fundador de Movimiento al Socialismo (MAS).
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