Inflación y devaluación, por Sergio Arancibia
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Todo parece indicar que durante el mes de julio – y lo que va corrido de agosto- los precios a partir de los cuales se calculan los índices de inflación crecieron mucho más aceleradamente que el precio de dólar, medido este último en bolívares a través de cualquiera de los mecanismos y mercados que se puedan utilizar para dichos efectos.
No parece conveniente, en todo caso, dar cifras, por cuanto nadie entiende bien que está derogado y que no, de la ley de ilícitos cambiarios y de toda la cantidad de decretos y convenios cambiarios que norman esta materia – y no hay para que meterse en líos sin necesidad.
Si fuera cierta la afirmación o el supuesto del cual parte este artículo, esa situación significaría que el incremento de los precios en el mercado interno no tiene una relación directa con el precio del dólar. Más aun, se pondría en evidencia que los precios suben por razones diferentes a lo que sucede en el mercado negro, blanco, gris o rojo del dólar. Se rompería así una explicación simplona y una cantaleta que se ha repetido hasta el cansancio –por expertos o por repetidores de oficio– en el sentido de que la causa de todos nuestros males es el fulano dólar negro, y en particular la satánica página de dolartoday.
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Puede que sea muy breve el período de tiempo que estamos analizando como para sacar conclusiones más definitivas, pero de perdurar esta situación se rompería esa supuesta relación causal que va del dólar a los precios internos.
Es mucho más creíble levantar la hipótesis de que la hiperinflación tiene que ver con la emisión desenfrenada de medios de pago, por la vía de la política monetaria y fiscal. Esa situación genera medios de pago más abundantes –y que crecen en forma más acelerada– que los bienes y servicios existentes en los mercados –los cuales incluso lejos de aumentar, disminuyen en forma sostenida– todo lo cual genera inevitablemente un incremento de los precios.
En situación de hiperinflación es enteramente lógico y entendible que algunos agentes económicos –que tienen alguna mínima capacidad de ahorro– quieran preservar el valor de sus activos monetarios por la vía de comprar un activo cuyo valor vaya creciendo al mismo ritmo –o a un ritmo superior– que el incremento de los precios. Es decir, en concreto, se busca ahorrar bajo la forma de activos monetarios externos, fundamentalmente en dólares. Por ello, muchas personas compran dólares, aun cuando no estén para nada vinculadas a las operaciones de comercio exterior, ni tengan nada que ver con el mercado financiero o bancario internacional.
En otras palabras, parte del incremento de los medios de pago, de los cuales ya hemos hablado, se canalizan no hacia la compra de arroz o de harina pan, sino que – en la medida que exista alguna capacidad de ahorro – hacia la compra de dólares.
Es dable suponer que en las últimas semanas la necesidad de comer y de comprar bienes y servicios de consumo imprescindible ha llegado a tal grado, que no queda capacidad de compra alguna como para canalizarla hacia el mercado del dólar, por lo menos en una amplia franja de sectores medios y bajos.
En síntesis, la crisis económica y la hiperinflación está complotando contra el mercado negro del dólar en forma más eficiente que las muchas guerras contra el dolartoday que han emprendido en los últimos años los ministros y funcionarios gubernamentales