Informe demoledor, por Teodoro Petkoff
Los informes de la OEA y de la Unión Europea, sobre todo el segundo, por su meticuloso equilibrio y la abundante presentación de casos concretos —sin que ello disminuya la seriedad del primero—, le dan pleno fundamento a nuestro diagnóstico: el sistema electoral venezolano y su organismo rector, el CNE, están en terapia intensiva. Puesto que la tarea de dotar al país de un dispositivo electoral confiable atañe a toda la sociedad y a todos los actores políticos, uno de estos, el gobierno, debe prestar atención a lo observado y transmitido por ambas misiones extranjeras porque los cuestionamientos son muy serios y lo obligan a sentarse con otros actores, partidos políticos opositores y oficialistas, para discutir el diseño tanto de una nueva Ley Electoral como la designación de un CNE que merezca respeto. Ahora no se puede decir que se trata de la mala fe de sectores opositores, en “campaña contra el CNE” o de “golpismo” o de cumplimiento de “instrucciones del imperio”, pues los observadores internacionales obviamente no estuvieron ni podían estar comprometidos con ninguna de las partes de la escena política nacional. Su imparcialidad puede darse por descontada. Del gobierno, como primer interesado, debería partir formalmente la invitación que pareció formular el canciller Rodríguez el pasado lunes.
Es obvio, también, que el rediseño necesario del sistema electoral obliga a los partidos democráticos de la oposición a comprender que sobre esta materia el diálogo con el gobierno es indispensable. Las reglas de juego electorales y el nuevo CNE deben ser producto de un acuerdo nacional y tal acuerdo no puede surgir sino de un intercambio civilizado de opiniones, alrededor de una mesa de conversación. No hay otra manera, porque cualquier otra supondría decisiones unilaterales, que serían contraproducentes, sin duda alguna. Para partidos democráticos, comprometidos con una estrategia que pasa por lo electoral, la perspectiva de un encuentro con representantes del oficialismo debe ser asumida con espíritu positivo. Desde luego, un tal diálogo exigiría la creación de escenarios extraparlamentarios, dado que los partidos de oposición están ausentes de la Asamblea Nacional.
El país está ante una encrucijada dramática. El dato de que un altísimo porcentaje de venezolanos que estuvieron en su órbita no sólo haya desatendido el llamado que el propio Chávez hizo durante la campaña, sino que ni siquiera se haya dejado arrastrar por el poderoso aparato logístico del MVR y sus aliados, obliga a una seria reflexión en el alto mando del oficialismo. Algo está ocurriendo. Pero, si para el gobierno el camino electoral sigue siendo el camino, la recuperación de la seriedad del voto no puede serle ajena, si es que aspira a que reviva la esencia de un proceso electoral, que es la competencia entre sectores opuestos. Para los partidos democráticos de oposición, por su parte, la idoneidad del instrumental electoral es decisiva. Sin ella no es posible competir.
Procurarla es una prioridad, pues, para todos, en el gobierno y en la oposición democrática.