InFUStificable, por Teodoro Petkoff
¿Cuánto más le costará a los venezolanos el «aprendizaje» de esta manga de inútiles que hoy nos gobiernan?
William Fariñas, ex presidente del FUS, anuncia nueva cruzada. El Fondo Unico Social (FUS) no es sólo corrupción. También es fracaso en el cumplimiento de los programas sociales. Ojalá que María Urbaneja, nueva ministra de Salud, pueda enderezar este entuerto, perfectamente previsible, cuando se coloca a la cabeza de las instituciones gente incompetente o no conocedora de lo que le toca gerenciar. Si encima de eso, no es muy pulcra en el manejo de los reales, el resultado es este desastre. Aquí no ha habido programas sociales desde hace dos años, sino un insólito despilfarro, de miles de millones lanzados al voleo, sin orden ni concierto, sin programas ni objetivos ni prioridades. Cada vez más se tiene la sensación de que toda la preocupación social del gobierno de la «revolución» es pura palabrería, puro bla-bla y que a la hora de freír las ñemas no saben qué hacer. Pero, lo que es peor, una vez destituido Fariñas, ¿se le exigirán responsabilidades por el fracaso? ¿Responderá por los casos de corrupción que han sido denunciados y por los de despilfarro que hoy documentamos en nuestras páginas interiores? En el Aló Presidente de ayer, hubo una llamada de damnificados de Vargas, reubicados en las cercanías de El Tigre. Lo que dijeron constituye toda una requisitoria contra el FUS. Lo más menudo es que los soltaron allá y nunca más volvieron a saber del FUS ni de nadie.
Uno de los fracasos más dolorosos del FUS tiene que ver con los «multihogares». Este programa que, al decir de Luis Pedro España (El Nacional, ayer), «llegó a cubrir la mitad de la matrícula pública en educación preescolar, por medio de unas 800 organizaciones no gubernamentales, poco más de 21 mil madres cuidadoras y con un presupuesto de 80 millardos de bolívares», yace en escombros después de dos años de gestión «revolucionaria». Este programa, como todo, tenía fallas y problemas. De hecho, cada año alrededor de 10% de las ONG comprometidas en él, quedaban fuera por no haber cumplido con las normas. Sin embargo, como señala España, ello no justifica haber paralizado el funcionamiento del 90% restante, para, de este modo, prácticamente liquidar el programa. Ahora, a menos que la doctora Urbaneja haga algo, se nos anuncia que los multihogares serán sustituidos por, adivinen qué: ¡»centros bolivarianos de la familia»! ¡Cuándo no! ¿No sería más fácil poner gente competente al frente del viejo programa de multihogares y recuperar esta que ha sido una experiencia exitosa? Tan exitosa que, como lo recuerda Luis Pedro España (quien dirigió el ya paradigmático estudio sobre la pobreza que llevó a cabo la Universidad Católica y es uno de nuestros primeros conocedores del tema), ha sido exportada a otros países de la región. ¿Cuánto más le costará al país el «aprendizaje» de esta manga de inútiles que hoy nos gobiernan?