Inmune nadie, por Leandro Area Pereira
Una de las bestias de la realidad se escapó de la jaula donde la manteníamos infructuosamente encerrada y nada ni nadie ha sido capaz, hasta el momento, de hacerla regresar a la zona de tolerancia donde fantaseábamos haberla dominado.
Anda de su cuenta y sin riesgos pues en definitiva ni siente ni padece. Tampoco disfruta de su arrase ni existe aún quien la haya derrotado. Es en conclusión un inocente y oprobioso virus que ha impuesto su caos de pandemia por todas las rendijas de nuestra fragilidad. Sin saberlo siquiera “Inmune nadie” es su consigna de guerra y de victoria momentánea mientras los días pasan al ritmo que impone su macabra estadística.
Es en ese desconcierto de vulnerabilidad que se han evidenciado los mayores síntomas de nuestras impotencias. Allí pretendemos al menos sobrevivir, sintiendo ya demasiado idílico y lejano el sueño de perpetuarnos como especie.
Pensándolo bien, no ha habido forma ni la habrá de retornar a la vieja normalidad puesto que ya es imposible volver atrás. Habrá que inventar, se dice fácil, más bien construirnos una nueva forma de vida, aunque en verdad nada nunca comienza desde cero. Cuál, en todo caso cómo, dónde, con quién. Son dudas existenciales.
Lo cierto es que la humanidad quedó al desnudo y no hay mascarilla que oculte sus vértigos, y antes bien el antifaz que supuestamente nos protege delata el intervalo en el que el desliz de un estornudo puede ser la diferencia entre ser y dejar de serlo.
Así, mientras la circunstancias hacen de las suyas y la incertidumbre impone sus leyes en el mercado del miedo, el debate queda abierto y cada quien desde su encierro pregunta y se pregunta, evalúa, tantea opinión sobre lo ocurrido y lo que podría ser el porvenir una vez que pase, y pasará, cómo no suponerlo deseándolo, toda esta cadena de sorpresas, torpezas y sufrimiento globalizado y globalizante.
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Nunca el mundo será el mismo y nosotros tampoco. Poder y liderazgos, relaciones sociales, creencias, valores y conductas, percepciones, religiosidades, ciencia y tecnología, familia, sexualidades y otros apetitos; lazos afectivos, propósitos de vida, narrativas, códigos y palabras; distancias y silencios, leyes; soberanías, orden internacional y hegemonías; tiempo y espacio.
Queda abierto un debate que envuelve a todo lo anterior y es el de cómo vamos a resolver la existencial tensión entre la libertad y la seguridad. ¿O será que la libertad como aspiración humana pasará a un segundo plano y escogeremos la alternativa de la seguridad para subsistir; amparo y resguardo a cambio de sumisión y sometimiento? ¿Sociedad de proveedores y beneficiarios?
¿Sobrevivirán o se reciclaran frente a esta debacle humanitaria los cansados cascarones de democracia que hoy conocemos o escogeremos dictaduras por más blandas que sean a cambio de dispensas diarias y privilegiaremos entonces la fuerza frente al océano encrespado de lo que acontece?
El miedo es torpe, ruin, escabroso y aísla en su licuadora inclemente. Pero hay que estar preparados para enfrentar dudas y ambiciones perversas que despierta la dictadura de las necesidades. Escoja usted pues nadie quedará tampoco inmune a la perseverancia por la dignidad humana.