Inteligencia artificial para gobernar bien, por Marino J. González R.
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El aumento en la utilización de la inteligencia artificial (IA) es un fenómeno global y transversal. Se desarrolla en todos los contextos geográficos y políticos, y también en la gran diversidad de las actividades humanas. En todos los espacios sociales la IA se aplica cada día más y con múltiples expresiones.
La gestión de los gobiernos es un ámbito privilegiado para la utilización de la IA. Las posibilidades que brinda para mejorar la provisión de servicios y la calidad de las decisiones públicas son significativas. Este es justamente el tema de una reciente publicación de la OECD. Dada la masiva expansión de la IA en la ejecución de funciones de los gobiernos, la publicación sistematiza los hallazgos de 200 casos de estudio en países de la OECD.
Se indica en el documento que las áreas en las cuales se aprecia la mayor utilización de la IA son los servicios públicos, la administración de justicia, y la participación ciudadana. Las áreas en las cuales se utiliza relativamente menos la IA son la evaluación de políticas, la administración de impuestos, y la reforma de los servicios civiles. Se resalta que la IA es de especial utilidad en la gestión pública que requiere la coordinación de múltiples trámites.
También se refleja en el documento que la IA es menos aplicada en aquellas tareas relacionadas con el seguimiento de la acción de los gobiernos. Este hallazgo puede resultar llamativo dada la potencialidad que tiene la IA para manejar inmensas cantidades de información. Sin embargo, visto en detalle, no resulta tan contradictorio.
El seguimiento de los gobiernos es una actividad de gran complejidad. El requisito fundamental del seguimiento es que exista la explicitación detallada de objetivos y medios, y, especialmente, las vinculaciones entre ellos. Y esta actividad requiere dos procesos que son bastante infrecuentes en la gestión pública: la conceptualización de problemas públicos y, consecutivamente, de políticas públicas, y la coordinación de múltiples ámbitos de acción.
Estos procesos requieren equipos humanos con las competencias adecuadas y la información sistematizada que permita realizar el seguimiento. Dado lo infrecuente que resultan estos procesos, no es de extrañar que no existan las condiciones para que la IA pueda ser incorporada.
La tendencia actual es que el uso de la IA aumente mucho más en la gestión de los gobiernos. Se alerta en el documento sobre dos aspectos relevantes.
En primer lugar, sobre la mala utilización de la IA que afecte la vigencia de los derechos humanos y la transparencia. Y, en segundo lugar, sobre las limitadas capacidades de los gobiernos para adoptar de manera holística las aplicaciones de IA. Esta dificultad para la adopción aumentará la brecha con respecto a lo que suceda en los ámbitos privados.
La IA, como toda innovación, es al final de cuentas un medio. Las competencias del usuario determinarán el provecho que se pueda obtener de la utilización de la innovación. Sucede que la formación del usuario es un proceso previo, o paralelo, a la utilización de la innovación. Este proceso debe ser sistemático si se pretende que sea más efectivo.
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El problema que se plantea para el desarrollo de la IA en los gobiernos es que existe una brecha inicial de competencias para el diseño e implementación de políticas públicas. Superar esta brecha es prácticamente una precondición para que la adopción de la IA sea efectiva. Dicho de otro modo, sin enfrentar la reducción de esta brecha de competencias no será posible tener gobiernos exitosos en la aplicación de la IA. Tendremos gobiernos con IA que seguirán siendo inefectivos.
Marino J. González es PhD en Políticas Públicas, profesor en la USB. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina. Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL).
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